Mario Garcés Jurista y escritor
OPINIÓN

Todo al doble

Palacio de Buckingham.
Palacio de Buckingham.
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Palacio de Buckingham.

Reconozco que padezco una sombría e indiscreta curiosidad por la familia real británica, convertida de una década a esta parte en pasto de fisgoneos y hablillas. El Imperio británico convertido en el imperio de los sentidos, tabloide va, tabloide viene. En España sucede y sucederá lo mismo porque en asuntos de Casa Real somos como la pérfida Albión pero con cinco años de retraso. Al tiempo. De hecho, tuve la ocasión de conocer personalmente a Isabel II de Inglaterra un día anubarrado en Ascot, que, para muchos mortales, es algo parecido a conocer a una divinidad en vida. Para la ocasión me había comprado un chaqué de segunda mano en Sevilla por el módico precio de 80 euros. Fue accidental, porque mientras buscaba el baño me di de bruces contra Su Majestad, rodeada por un séquito de guardaespaldas ataviados como 007 a punto de desenfundar la pistola. Algo le debió llamar la atención en mí o, probablemente, me confundió con otra persona, porque entabló una breve y diplomática conversación conmigo. Afortunadamente no se percató de que la cremallera del pantalón estaba descorrida porque el sastre sevillano no había reparado en arreglar el desaguisado del primer usuario de la prenda. En aquel momento pensé que yo debía tener un doble y no es Ricardo Darín.

Porque Inglaterra ha sido y es un país de dobles espías y de guerras de Dos Rosas. Todo al doble. El mismo Churchill tenía su doble, Alfred T. Chenhalls, un contable bajito, corpulento, y amante de fumar puros, quien fue asesinado por los alemanes cuando el avión comercial en el que viajaba desde Lisboa fue derribado por la aviación nazi. Para los amantes de la historia y del cine, en aquel avión también viajaba Leslie Howard, el coprotagonista de Lo que el viento se llevó, que tenía un asombroso parecido con el guardaespaldas de Churchill.

Más recientemente ha habido ejemplos sanguinarios y cómicos a la vez. Desde Bin Laden hasta Saddam Hussein del que se decía que usó innumerables dobles en vida, y que habría fallecido de un cáncer en 1999, siete años antes de su supuesta ejecución. John Simpson, corresponsal de la BBC, se convirtió en un especialista en descubrir los dobles de Saddam Hussein: "La apariencia general de la cara es, en cierto modo, sutilmente diferente. Los ojos duros, de color obsidiana, son menos penetrantes. Las líneas del rostro, un poco más indulgentes". Pues eso, Saddam Hussein convertido en una simbiosis entre Yolanda Berrocal y Cher.

Pero, hablando de dobles, piensen en ustedes mismos. En sus avatares, en sus fotografías con filtros, en el delirio de imágenes en redes en busca del equilibrio psicológico perdido. Somos incapaces de examinarnos a nosotros mismos, probablemente, porque no pasaríamos el más elemental examen de pudicia y vergüenza. Ustedes tienen un otro que vive allí, en el mundo de lo deseable, que, en el siglo de la estupidez, es el mundo de lo imposible.

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