Rebeca Marín Periodista y escritora
OPINIÓN

La independencia, la piedra de Sísifo

Aragonès, firmando el decreto en el Palau de la Generalitat.
Aragonès, firmando el decreto de convocatoria electoral en el Palau de la Generalitat.
ACN
Aragonès, firmando el decreto en el Palau de la Generalitat.

Todos tenemos un amiga o amigo que sólo habla de sí mismo. Ese que cuando le cuentas un problema, el suyo siempre es más grave y acabáis obviando tus cuestiones y hablando sólo de las suyas. Como el chiste en el que uno le dice a otro: "oye, se me ha muerto mi padre", y el otro le contesta, "pues menudo día llevamos, a ti se te muere el padre, a mí se me pierde el boli…" Por si tenían dudas, el independentismo catalán es el del boli y los demás nos quedamos con cara de tontos, viendo otra vez que sus problemas son más importantes que los del resto de España. 

Y si no, díganselo a los vascos, encantados de acaparar los focos con sus elecciones, aunque sea por unas semanas, y van y llegan los catalanes, una vez más, y les hacen lo que se llama un adelanto interior político. ¿Recuerdan el mito de Sísifo, ese pobre que está condenado a subir una piedra a la cima de una montaña hasta la eternidad? Pues los independentistas empujan la piedra incansablemente, pero nunca consiguen llegar a la cima de sus reivindicaciones. Creo que hacer política consiste en buscar vías de entendimiento a las distintas realidades y sensibilidades de una España diversa y plural como somos, evitando las confrontaciones, los caminos impositivos o las ilegalizaciones de partidos porque no te gustan. Pero dicho esto, sólo espero que la piedra de Sísifo no nos caiga encima y acabe aplastándonos a todos. Es más, propongo un final más poético que mítico. El del poeta chino Li Po, que murió borracho en su barca por abrazar el reflejo de la luna en el río. Lo mismo que le puede pasar al independentismo catalán: que estén tan borrachos de conquista, que acaben abrazando una utopía que les ahogue para siempre.

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