OPINIÓN

No son tiempos de princesas

Kate Middleton, princesa de Gales, con sus tres hijos, en su primera foto tras su operación.
Kate Middleton, princesa de Gales, con sus tres hijos, en su primera y polémica foto tras su operación.
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Kate Middleton, princesa de Gales, con sus tres hijos, en su primera foto tras su operación.

Avanza 2024 y aún hoy las novelas negras arrancan con el asesinato de una hermosa joven y las historias de princesas copan los cuentos para niños y las revistas de sociedad destinadas a los adultos. Y si hay una posibilidad de mezclar ambos conceptos, la reacción es la que estamos viendo esta semana ante la extraña foto modificada con la que una princesa desaparecida del ojo público felicitaba el Día de la Madre.

Más allá del juego, más allá de las bromas, de las siempre atractivas y chuscas teorías de la conspiración y de las válvulas por las que se libera el resentimiento social, este suceso indica en abstracto, es decir, en otra nación, con otros famosos, respecto a otro problema, lo que en concreto veremos aquí en semanas, quizás en días: la negación no solo de un mensaje oficial sino la sospecha ante una imagen que hasta hace bien poco contemplábamos con poco cuestionamiento y que ahora no solo no refuerza, sino que desmiente lo que las palabras dicen. El triple giro de la negación de la autoridad: de quién proviene, qué dice y qué muestra.

Recordábamos también con menos entusiasmo y más desgana que se cumplía el pasado día 11 el vigésimo aniversario de los atentados de Atocha, y aún con menor afán reivindicativo cómo no necesitamos entonces ni inteligencia artificial ni desacato generalizado a quien nos mandaba para creer o rechazar las versiones oficiales de lo ocurrido. La credulidad, en una sociedad hipernarrativa como la nuestra, ya no se apoya en lo verídico ni en lo verosímil, sino en la voluntad ideológica, o en algo a veces tan laxo como la necesidad de emoción, la llamada de atención o un retorno traducido en beneficio económico. La confianza ni siquiera se gana con nada de eso: es un bien escaso que puede intercambiarse siempre que convenga. Ese es el mensaje: no fiarse de los propios ojos, no confiar en ningún criterio.

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