Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Su sueño la ha cansado

El príncipe Carlos de Inglaterra y su mujer, Camila, duquesa de Cornualles, saludan a su llegada al hospital de St. Mary's de Londres (Reino Unido).
Carlos de Inglaterra y su mujer, Camila.
Gerry Penny / EFE
El príncipe Carlos de Inglaterra y su mujer, Camila, duquesa de Cornualles, saludan a su llegada al hospital de St. Mary's de Londres (Reino Unido).

Año y medio al frente de la corona. Año y medio como reina. Y Camila ha necesitado un descanso. Su predecesora, la reina Isabel II estuvo 70 años al frente de la corona y sus descansos, los pocos que se permitía tomar, los hacía dentro del país. Es más, dos días antes de morir recibió en Balmoral a la entonces primera ministra. De pie, con evidentes síntomas en su mano de que no estaba bien, llevaba unos días con una vía puesta y los moratones la delataban.

Dos días antes de morir seguía trabajando. Ella sabía que la corona es un peso enorme, una responsabilidad de la que no puedes tomarte vacaciones. De ella dependía la continuidad de una institución que cada vez se percibe como más alejada de la vida real de la gente. Supongo que si viera cómo está ahora mismo la familia real británica, lo del annus horribilis se quedaría muy corto.

La familia real está descabezada: con el rey tratándose de un cáncer, con su heredero pendiente de su mujer –de la que poco se sabe sobre cómo va su recuperación y de la que cada día suena un nuevo rumor– y con otro hijo exiliado.

Solo los hermanos del rey Carlos, los que no han sido apartados del núcleo duro, Eduardo y Ana, siguen ejerciendo sus labores de representación. Pero Camila... Camila no ha sido educada en esa disciplina monárquica y, a ella, la corona le ha agotado. Suena tan ridículo, discúlpenme, que es difícil de justificar.

El comunicado que se ha emitido es que, animada por su marido y ante la eventualidad de haber tenido que asumir más eventos de los programados en su momento (son 15 eventos más, ni uno más ni uno menos), ha decidido marcharse a un destino de sol y de playa. Vamos que se ha cogido unas vacaciones. De todos, incluido de su trabajo que no es un trabajo cualquiera: su matrimonio con Carlos la ha llevado directamente al trono, con todos los privilegios que eso conlleva y, también obligaciones.

Y parece poco inteligente que, precisamente en este momento, con la monarquía británica cuestionada, con un reinado que no se ha consolidado (no ha podido, solo lleva año y medio), con media familia de baja –unos por enfermedad, otros porque se han autoexcluido–, ella, la única que debía mantener la institución un poco bajo control, decida irse. Irse encima del país. Porque sol y playa en Reino Unido, a estas alturas del año, poco. Al menos la reina Isabel se cogía un tren desde Londres y se iba a Balmoral.

Está claro que las monarquías necesitan ser mucho más hábiles en todos sus movimientos si no quieren desaparecer. En un momento en el que la gente está cansada, que hay hartazgo por una clase política aburguesada, alejada de la realidad, que la monarquía actúe así, caprichosamente, suena a chiste.

Camila quiso ser quien es hoy. Lo peleó. Estuvo ahí años esperando. Y ahora parece que el sueño la ha agotado.

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