Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

No me llames cari, no me llames gordi

-Te quiero, cari. -Yo más, gordi.
-Te quiero, cari. -Yo más, gordi.
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-Te quiero, cari. -Yo más, gordi.

No me llames cari, no me llames gordi. Me da vergüenza que nos escuchen, me siento decadente, abandonado, vulgar y desastroso. Cuando me llamas cari, siempre pienso en Cary Grant y en el hermano de mi amigo que tenía una peca en la cara. Lo llamaban Gregory Peck, por la peca, evidentemente. Después, para abreviar, lo acabaron llamando Gregorio. También había uno en mi colegio que era Carigrán porque tenía mucho acné. Cuando me llamas cari, yo escucho Gregorio. Soy así.

No me llames cari porque Cary Grant era un chopo con raya diplomática. Además, Cary Grant se llamaba en realidad Archibald Alexander y siempre me ha parecido que esos nombres falsos que se ponen los actores son algo patético como un peluquín, una bandolera o un transportín de gato. No me llames cari porque siempre que lo escucho me da apuro, quiero terminar la palabra, grito la sílaba “ño” al aire y parezco un puñetero pájaro exótico o un niño de dos años enfadado.

No me llames cari porque me caen diez años, se me desata un zapato, me pica el culo y me siento mal. No me llames gordi porque me viene a la cabeza el supermeneo de aquel personaje de Los Goonies y su cara de miedo cuando los Fratelli lo amenazan con meterle la mano en la Minipimer. No me llames gordi porque en esa palabra hay un pacto, una rendición, una aceptación de que no te importa demasiado mi aspecto porque ya soy tu maldito oso de peluche.

No me llames gordi porque en esa palabra hay un pacto, una rendición, una aceptación de que no te importa demasiado mi aspecto porque ya soy tu maldito oso de peluche.

No me llames gordi porque no estoy gordo. No me llames gordi porque estoy gordo. Si no lo estoy, me mosquea. Si lo estoy, me jode. Soy contradictorio, con permiso de Aristóteles. No me llames gordi porque Sloth quiere a Gordi y si yo soy Gordi tú eres Sloth y a mí no me apetece vivir con Sloth, aunque le guste el chocolate. No me llames gordi porque no quiero pactar con algo que odio, no puedo tragarme este sapo.

No me llames cari, no me llames gordi. Tengo nombre, tengo identidad. Yo soy yo y mi circunstancia. Salvar a mi circunstancia -como dijo Ortega- es salvarme a mí y creo que mi circunstancia necesita que no la llamen ni cari, ni gordi, ni nada parecido. Así que ya lo sabes, por favor. No me llames cari, no me llames gordi. No me llames nada o, mejor aún, no me llames. 

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