Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

El timo de lo moderno

¿Moderno o cretino? ¿Ambas?
¿Moderno o cretino? ¿Ambas?
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¿Moderno o cretino? ¿Ambas?

Nos fascina lo moderno, sentimos una atracción inevitable hacia lo que nos parece novedoso, diferente o rompedor. Es normal que sea así, ya que el ser humano tiene en su naturaleza un interés innato por lo desconocido. La curiosidad, aunque a veces se nos olvida, es uno de los motores de la humanidad. Izar la bandera de lo moderno es sinónimo de buena prensa, atracción y un punto a favor en cualquier disputa.

Pero no es oro todo lo que reluce y la modernidad tiene mucho de rey Midas. Lo moderno suele ser una excusa recurrente para algunos timadores. Ser moderno es una tentación que atrae a muchos, pero puede ser un trampantojo que nos pinta un futuro perfecto cuando la única realidad es la dura densidad del muro contra el que nos estamparemos. En El Arte de la Novela, el escritor checo Milan Kundera elaboró, entre otras cosas, un pequeño diccionario de términos relacionados con su profesión entre los que aparecía la voz “ser moderno”.

Kundera cita a Vladislav Vancura quien en 1920 afirmaba lo siguiente: “Nueva, nueva, nueva es la estrella del comunismo, y fuera de ella no hay modernidad”. También recuerda la frase de Rimbaud que ordenaba “ser absolutamente moderno”. Kundera afirma que el deseo de ser moderno es un arquetipo, un imperativo irracional que está muy anclado en nuestra mentalidad y cuyo contenido cambia y no es determinado. “Es moderno quien se declara moderno y es aceptado como tal”, concluye.

Quizá lo nuevo no sea tan moderno y lo moderno no sea tan nuevo.

Siempre se llega tarde a lo moderno, casi por definición y, si se rasca un poco, se suelen encontrar ecos del pasado en lo que se pretende moderno. Las definiciones históricas o artísticas de modernidad hablan, de hecho, de algo ya antiguo, solo la etimología apela al concepto de lo reciente. El Apocalipsis de san Juan 21, versículo 5 se dice: “Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas». Y agregó: «Escribe que estas palabras son verdaderas y dignas de crédito” y en el versículo uno se habla de un cielo nuevo y una tierra nueva.

Actualmente, lo moderno brilla, es llamativo, suele hacer ruido y tiende a buscar la estridencia. Deja a su paso, por lo general, un rastro de confeti, una alfombra roja de ignorancia que conduce a la pérdida de identidad, a la sumisión y a la delegación del criterio en gurús de medio pelo que prometen avances, progreso y demás utopías, mientras se ocupan con mucho afán en mejorar su propia vida y en satisfacer su ego y su vanidad. Quizá lo nuevo no sea tan moderno y lo moderno no sea tan nuevo.

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