Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

La era de los micrófonos de mierda

¿Es un micrófono o un secador?
¿Es un micrófono o un secador?
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¿Es un micrófono o un secador?

No sé qué está pasando con los micrófonos en los vídeos que vemos por las redes. Hay una auténtica epidemia de estupideces audiovisuales con poca justificación. El micrófono, casi sin quererlo, se está poniendo al mismo nivel de relevancia escénica que los protagonistas del vídeo, que pueden ser los participantes de un podcast, una entrevista callejera o unos fulanos en su casa jugando a cualquier videojuego.

El micrófono de diadema fue una epidemia insoportable que aún da coletazos en programas televisivos en exteriores. Parece que ya lo hemos superado, pero la importancia cada vez mayor del vídeo en las redes sociales nos trae una lista de aberraciones en el mundo de la microfonía que no dejan de crecer y sorprendernos. Resultaría menos ridículo salir hablándole a un plátano o a un chupa-chups en el vídeo.

El micrófono, casi sin quererlo, se está poniendo al mismo nivel de relevancia escénica que los protagonistas del vídeo

El modelo de micrófono que más éxito está teniendo es el que tiene forma de secador de pelo. En muchos vídeos, podemos ver cómo los protagonistas lo sujetan mientras hablan como si se plantearan el suicidio con un blaster de Star Wars. ¿No sería mejor dejar el micrófono quieto? Hay vídeos en los que este tipo de micrófono lleva incorporado un pesadísimo pie para ponerlo en la mesa, pero los protagonistas lo sujetan a pulso. Parece que si no enseñas el micrófono no tienes nada que decir.

La irrupción del brazo telescópico que sujeta los micrófonos en tertulias en las que hay bastante gente, como si cada persona fuera el timbal o el plato de una batería, es también un fenómeno digno de estudio. Se convierte todo en un jaleo, una especie de maqueta de trenes con barreras que suben y bajan. Espero que, por lo menos, la calidad del sonido se note y no sea solo una moda. Imagino a técnicos de sonido y expertos en esta materia tirándose de los pelos. Otro drama es el del micrófono del móvil con cable que se sujeta con los dedos en forma de pinza ridícula formando un arco catenario de los que le gustaban a Gaudí. ¿Alguien cree que se puede hacer algo digno hablándole a eso?

El micrófono de corbata se coloca ya en todas partes menos en la corbata. Llevarlo cogido con dos dedos como si fueras a darle una margarita a tu madre es también algo insoportable. Enganchar la pinza de ese micrófono a cualquier otro elemento como un palo, una botella o un boli da una imagen vergonzosa. Usar el móvil sin más como micrófono es como invitar al otro a darle un bocado a tu tostada de mermelada de la abuela. Como siempre, lo importante no es el cómo sino el qué, pero, si soy sincero, cuando veo tanto ridículo microfónico, me cuesta concentrarme en el mensaje. 

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