La creadora de series Aurora Guerra publica 'La cárcel de aire': "Me apetecía escribir lo que me diera la gana, sin limitaciones"

La creadora de series y novelista Aurora Guerra, con su novela en las manos.
La creadora de series y novelista Aurora Guerra, con su novela en las manos.
JORGE PARÍS
La creadora de series y novelista Aurora Guerra, con su novela en las manos.

Aurora Guerra es una mujer risueña, con una mirada pícara tras la que se oculta un mundo interior que le ha permitido crear series como El secreto de Puente Viejo, Acacias 38, Cámera Café, Fuerza de Paz, Escándalo, retrato de una obsesión o Mía es la venganza. Con la imaginación por bandera, Guerra ha publicado la novela La cárcel de aire (HarperCollins. 336 páginas. 19.85 euros) una novela en la que se ha permitido ser libre.

La cárcel de aire es un trepidante y divertido rompecabezas, con tintes dramáticos, que cuenta la historia de un ladrón de guante blanco, Armando, que acaba siendo mentor de una joven buscavidas y deslenguada, Carlota, con la que recorre los mejores museos del mundo en su afán por robar obras de arte de incalculable valor. Sobre ellos, la sombra de una excéntrica mujer enfermiza, Lula, que les contrata y cuyas motivaciones están por desvelar. 

Este thriller, perfecto para convertirse en serie o película gracias a su ritmo y acción, recupera las novelas de grandes y elegantes robos de arte. 

¿Cómo surge la idea de hacer una novela entre las otras muchas ocupaciones que tiene?Siempre me había apetecido hacer una novela mía. Esta es mi tercera novela, pero las otras están vinculadas a series ya escritas. Aquí me apetecía probar a escribir sin limitaciones, lo que me diera la gana, sin limitaciones de producción y con un argumento nuevo. Respecto al argumento empecé, fíjate, por el tema de los cuadros y la agorafobia, empezó por ahí la cosa, más que por el tema de los robos.

¿Ha pasado mucho tiempo en museos para empaparse de todo lo que después describe?Sí, la verdad es que un ratín... Bueno, aparte de que a mí me gustan mucho los museos y me gusta mucho la pintura en general. Por ejemplo, el Thyssen me lo he visto millones de veces. También he contado con asesores, con un policía, con gente de museos, he hablado con guardas, con gente de casas de subastas...

Después de hacer series en las que el presupuesto siempre te coarta, ¿es agradable poder escribir sin que te importe si los personajes viajan 80 veces o hay grandes escenarios?Es maravilloso. Eso es lo mejor. Además, nos pasa mucho a los guionistas, que ahora ya sabes que hay una especie de boom de guionistas que también están publicando novelas y claro, es que se nota mucho en poder tener los escenarios que quieras, donde tú quieras, la trama que quieras, los personajes que quieras y en que es verdad que el mundo editorial es muy respetuoso con los autores, que es una cosa que no siempre te encuentras en el mundo audiovisual.

¿Cuánto de usted o de sus obsesiones, o de sus preocupaciones o de sus filias hay en la novela?Esta novela es de las que menos cosas personales mías puede tener, aunque siempre algo tuyo dejas. El tema que en mis historias es muy recurrente y genera muchísimos conflictos, y los conflictos siempre son buenos para las historias, es el tema del abandono, de sentirse abandonado, de resentirse la autoestima, de eso sí que hay. Pero realmente los personajes tienen tienen unas personalidades que son de las que menos traumas míos les he puesto (risas).

¿Y en pequeñas cosas? ¿Hay pequeños guiños en la novela?Sí, esos hay muchos. Todos los coches que salen en la novela y que tiene Armando, uno de los personajes de ese triángulo de Armando, Carlota y Lula, porque le encantan los coches antiguos, eso sale de mi marido, que le encantan los coches antiguos y los coches en general y él ha sido mi asesor de coches. El tema de los paisajes a mí me encanta, los cuadros de paisajes me chiflan, eso también es es muy mío y un poco la obsesión también por la arquitectura y la decoración de los 70, también. Mira, al final hay más cosas mías de las que yo creía (risas).

¿Le han robado o ha robado alguna vez?No, no soy yo muy de robar. Alguna cosilla en los hoteles o de pequeña, cuando éramos chiquillos, pero casi nada. Que me robaran… Me acuerdo en la época cuando yo empezaba a estudiar cine, que tenía la escuela por la calle San Mateo y era una época de muchas drogas y mucho drogadicto en las calles y acabaron por atracarnos a todos los chavales que íbamos a clase, pero de una manera mucho menos sutil que en la novela. Armando es un señor, los que me atracaban a mí no eran señores, precisamente.

¿Cuál es el porqué de los nombres de los personajes?Intento a que no se parezcan demasiado entre ellos los nombres de los personajes, porque parece que no, pero luego es un follón para el lector y para el que está escribiendo. Intento que no sean demasiado comunes tampoco, a no ser que lo requieran, y que en cierto modo por alguna cosa me peguen con el personaje. No sé decir exactamente por qué, pero un tío que se llama Armando me parece que es un tío alto y guapo. Carlota, porque me parece un nombre de alguien que siempre me genera como cierta ternura y Lula pues porque sí (risas).

¿Cuando escribe visualiza los capítulos como escenas o secuencias?Sí, completamente. Creo que los guionistas hacemos novelas muy atractivas para el lector porque estamos acostumbrados a que el ritmo tiene que ser constante, tienen que pasar muchas cosas, la acción tiene que avanzar con los diálogos, no puedes meter paja... Y luego tenemos la deformación de estar viendo lo que estás escribiendo y de tener pensados hasta los planos.

¿También se ha imaginado las caras de sus personajes? ¿Y si se llevara al audiovisual?Me las he imaginado. Pero si se lleva al cine o a una serie es complicado porque cada uno cuando leemos un libro nos imaginamos al personaje en nuestra cabeza. Yo tengo una cara de Armando, tengo una cara de Carlota, pero ninguno tiene la cara de un actor. En Escándalo, yo ya no puedo imaginarme a Inés con otra cara que no fuera la de Alexandra Jiménez.

En una novela de Aurora Guerra el humor no podía faltar porque también es un sello suyo...Sí, porque además la novela tiene partes un poco más densas, como la enfermedad de Lula, su crueldad, las partes de amor no correspondido, las partes de frustración o cuando se habla de unas infancias muy complicadas, con hechos muy dramáticos. Así, viene bien que haya un poco de alivio, que está sobre todo en Carlota, en cómo habla, porque es una chica muy de barrio, un poco poligonera. Eso le viene muy bien, esa mezcla de humor y mala leche.

¿Hay alguna moraleja? ¿Por ejemplo en cómo superar esos pasados traumáticos?Yo creo que es más bien cómo no superar esos pasados complicados. Todos tenemos un pasado, a veces con sentimientos no resueltos y si siempre vives en el pasado y eso te pesa mucho en el presente, condiciona tu futuro también.

Dice en la novela hay una frase que dice que “la felicidad es una cosa muy puñetera”. ¿Lo es?Yo creo que sí, que la felicidad es una cosa muy puñetera, porque siempre creemos que la felicidad está en otra cosa o en otro momento. Es algo que yo me estoy trabajando mucho actualmente, porque es mentira: la felicidad tiene que estar en el momento presente, porque si no, siempre estás esperando. “Cuando me cambie de casa voy a ser feliz, cuando me cambie de trabajo, cuando... seré feliz. Y lo que tienes que procurar es ser feliz ahora, con lo que tenemos y no nos damos cuenta.

También se repara mucho en el sexo y se dice en la novela que nadie prepara a los niños para para eso...Es un tema que a mí me preocupa mucho, que los chavales puedan acceder al porno desde su móvil tan panchos. De hecho ahora estoy escribiendo una serie que no tiene dueño (quien la quiera la puede comprar, que está disponible) que justamente va sobre los problemas de los chavales de 13 a 20 años y cómo se educan para el sexo y todos los problemas que estamos teniendo que empiezan a derivarse de eso. Su escuela de sexo es una escuela de sexo pornográfica. Y claro, la vida no es así. Y tanto para los chicos como para las chicas y con sus múltiples combinaciones. Nadie nos prepara para el sexo.

Usted tiene dos hijos, ¿lo ha hablado con ellos?Que conste que he intentado prepararles. Que no querían oír hablar de eso cuando eran más pequeños, también. Una vez que les estaba intentando hablar de eso en la cocina fue como una sitcom. Tenían, no sé, a lo mejor 13 y 15 o por ahí y fue empezar a hablar de eso y cada uno desapareció por una esquina y me quedé yo sola... con lo que me había preparado el discurso, pues nunca llegó a ser escuchado.

¿Es satisfactorio en la faceta de creador poder desquitarse con los temas que le preocupan o aportar algo a la sociedad más allá de hacer ficción?Muchísimo. Tenemos hasta el deber de hablar de temas incómodos. Otra cosa es que te los compren o hasta donde quieran llegar con esa incomodidad, pero yo incluso en los culebrones he intentado meter temas que generan cierta incomodidad. Temas como el suicidio, tanto tanto juvenil como de mayores, el tema de la violencia sexual, el tema del machismo, del racismo, de la homofobia... creo que son cosas de las que tenemos que hablar, envolviéndolos en una narrativa atrayente y que enganche, pero sin dejar de hablar de eso.

Los esfuerzos para vender una serie, ¿dan para una novela? ¿Sería una novela de tragedia?Sería una novela muy triste y muy coñazo también te digo (risas). Sería sería más que nada un running gag (un chiste que se repite en una serie) porque las respuestas que recibes a veces son tan iguales... Es increíble como con palabras se puede no decir nada. Cuando alguien no quiere comprarte algo es muy parecido a lo que te dice, tanto en series como en libros. Las respuestas se parecen mucho y básicamente no te dicen nada. A nadie le gusta decir un 'no', así que lo envuelven en cosas como "no es el momento, no es nuestra línea, no estamos buscando esto...".

¿Ser cabezona es entonces una cualidad positiva para una creadora de series?Completamente. Yo creo que para cualquier creador ser cabezota es una cualidad. Hay cosas que tengo escritas desde hace tiempo, que escribí en la época de la pandemia y sigo empeñada y al final acabaré produciéndolo yo sola si hace falta. Tienes que ser muy insistente y muy constante e intentar superar las negativas porque es muy complicado.

"La imaginación es el principio de la creación", lleva usted tatuado… ¿La imaginación se se trabaja, se nace con ella, se entrena?Es una cosa que yo he pensado muchas veces... hay personas que nacemos con más talentos para el verbo, otros con más talentos para la ciencia o para el arte… hay algo que yo creo que naces con ello. Yo he sido hija única y he pasado mucho tiempo sola. Me llevaban mis padres a una finca que tenían mis abuelos allá en Gredos y mis juguetes, aparte de ser los perros, los gallos, los caballos y las plantas eran las historias que yo me creabas. Eso me hizo mucho músculo. Tengo una imaginación que a veces los que me conocen y mis amigos y mis parejas, y mis hijos me dicen a veces que soy un poco cansina, porque me invento demasiadas cosas.

¿Tiene un cajón lleno de libretas o de papeles con ideas?Un cajón, no, pero vamos, en el ordenador si te enseño todos los archivos flipas con la cantidad de cosas que hay. Algunas ideas muy buenas, que piensas que que se queden allí da mucha rabia.

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