Carmelo Encinas Columnista de '20minutos'
OPINIÓN

Las trampas del cine

Hace un millón de años que conocimos a Raquel Welch
Raquel Welch en una ilustración cinematográfica
20MINUTOS
Hace un millón de años que conocimos a Raquel Welch

El cine juega con nuestra mente. No me refiero solo al efecto que cada película trata de causar en el espectador sino algo menos deliberado aunque más directo al subconsciente. El cine consigue transmitirnos la percepción de que sus protagonistas son inmortales. Ocurre sobre todo con las estrellas de los grandes títulos cuya continua reposición mantiene incólume su lozanía en la pantalla. Nadie es tan estúpido para pensar que los artistas no envejecen, y ya se encargan de recordárnoslo los obituarios y las crónicas de sociedad, sin embargo el impacto de sus éxitos cinematográficos sobre nuestra psique es de tal intensidad que el cerebro se resiste a admitir que su naturaleza es tan perecedera como la de cualquier otro mortal. De ahí el gran impacto que producen las noticias luctuosas o desgracias que sufren estos grandes personajes que han acompañado nuestras vidas desde la butaca de un cine o en el sofá frente al televisor. De es realismo el 2023 que ahora expira nos ha inyectado algunas dosis intensivas.

Cuesta encajar que el sagaz y osado Bruce Willis de la Jungla de Cristal haya entrado, como este año anunciaron sus allegados, en un proceso de deterioro cognoscitivo que le aparta para siempre de los rodajes y de la vida social. Le volveremos a ver salvando al mundo en la pantalla y la cabeza del espectador habrá de orillar la crudeza de su actual padecer para que prevalezca la ficción.

Aun mayor fue la impresión que causó en febrero la muerte Raquel Welch, todo un icono del séptimo arte. El día que falleció las mentes inermes se sorprendieron de su avanzada edad. Quienes tanto la admiraron hubieron de torturar la imagen exuberante de sus tiempos de esplendor para situarla en los 82 provectos años que llegó a cumplir. Cómo imaginar anciana a la chica de aquel bikini de pieles que electrizó al mundo en la película “Hace un millón de años”. Puede que junto al Che Guevara, aunque para distinto publico e intención expresiva, el póster de la Welch haya sido el más reproducido del último medio siglo. Millones de adolescentes, jóvenes y talludos de medio mundo lo colgaron en sus paredes. Era la foto de “el cuerpo”, como se la denominó entonces y cuya plenitud física se fijó en el imaginario de más de una generación como si aquella belleza fuera eterna. El universo cinematográfico así lo fomentó patentizándolo en otras películas memorables como “Cadena perpetua” donde el protagonista, un preso condenado por un delito que nunca cometió, tapaba con el póster de Raquel en bikini el agujero que horadaba en la celda para fugarse.

Lo cierto es que de aquella película británica de la Welch, dirigida por Don Chaffey en los años 60, solo fue inmortal la imagen icónica de esa actriz de raíces hispanas cuya presencia abrumadora en la cinta eclipsaría el enorme despropósito en que incurría el guion sobre el origen del hombre. Dada la gigantesca difusión que alcanzó el film, puede que ningún relato cinematográfico contribuyera tanto a la incultura popular sobre el pasado de la humanidad como esa película en la que doña Raquel, maquillada como una puerta, se las veía junto a su tribu con los dinosaurios. Si ya era un disparate situar la existencia de unos homínidos tan evolucionados en el millón de años hacerlos coincidir con los dinosaurios cuando se extinguieron decenas de millones de años antes de que surgieran los neandertales y el homo sapiens es más que una tramposa licencia artística. Así juega el cine con nuestro intelecto, y así lo seguirá haciendo el año que viene. Tal vez por eso algunos no sabríamos vivir sin él. Feliz 2024.

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