Ucrania abraza la Navidad europea entre luces festivas y una espesa oscuridad al Este

Un grupo de jóvenes celebra la Navidad en Ucrania por primera vez el 25 de diciembre
Un grupo de jóvenes celebra la Navidad en Ucrania por primera vez el 25 de diciembre
OLHA KOSOVA
Un grupo de jóvenes celebra la Navidad en Ucrania por primera vez el 25 de diciembre

Lo último que esperaban los residentes de uno de los muchos edificios de apartamentos soviéticos visibles aún en uno de los distritos residenciales de la capital, Kiev, era escuchar el sonido de un taladro en esa tranquila mañana de Navidad. Después de una hora de tensa paciencia y golpeteo en las paredes de cartón, a los sonidos del taladro se sumaron las voces enojadas en el pasillo. "No tiene usted conciencia", repetían los vecinos enfurecidos: "Hoy es Navidad, es pecado trabajar en un día tan sagrado".

 "Pero siempre la hemos celebrado el 7 de enero...", se justificaba el pobre hombre, casi llorando, que pertenecía a la parte de la población no religiosa o simplemente a aquella que no se adapta tan rápidamente a los cambios. Una especie de versión ucraniana de Aquí no hay quien viva.

Ahora esto es definitivo. Después de siglos de celebrarla el 7 de enero según el calendario juliano y siguiendo la estela de Rusia, la iglesia ortodoxa ucraniana se ha unido a la Navidad europea el 25 de diciembre. Otra frontera cultural y religiosa que separa a Kiev de Moscú y la acerca a Bruselas.

Mientras algunos ucranianos encuentran estos cambios difíciles, como el caso de este vecino de la capital, otros se alegran de tener una razón para comenzar antes la serie de fiestas de invierno. Por eso Kiev, cansada de la oscuridad del año pasado provocada por el ataque de los kamikazes rusos, encendió las luces de los árboles de Navidad, como intentando con su luz alejar la oscuridad que se cierne sobre el Este. En el centro de la capital se pueden ver todos los atributos de un cuento de invierno: pistas de patinaje, vino caliente, animales de Ukrzaliznytsia que reciben a los niños en la estación o conciertos en el Teatro de Ópera.

Más que una cuestión de calendario

Este cambio de fechas, que a primera vista parece una cuestión de calendario e imperceptible para el ojo, en realidad es algo más profundo. A la capital de Ucrania no solo ha regresado la Navidad del 25 de diciembre, ha regresado la Navidad en sí, con la Navidad europea han llegado los didukhs, símbolos de fertilidad y abundancia que antes la mayoría solo podía ver en libros de historia local, y verteps, grupos de canto que alaban a Cristo.

Desde la campana de la Kyiv-Pecherska Lavra, como otro símbolo de la victoria religiosa de este año, sonó Shchedryk. Esta canción popular ucraniana, arreglada por Mykola Leontovych, compositor ucraniano, se hizo conocida en todo el mundo en la década de 1920, cuando el Coro Nacional la llevó al legendario Carnegie Hall en los Estados Unidos como parte de la diplomacia cultural durante la lucha de Ucrania por su independencia. Más tarde, después de la adaptación de Peter Wilhousky, esta canción se convirtió en un himno navideño en los países del Occidente y es conocida como Carol of the Bells. Es simbólico que suene sobre el monasterio que fue quitado del Patriarcado de Moscú durante la guerra a gran escala.

Mientras tanto, un vertep irrumpe en una de las cafeterías de Kiev, una rareza que antes se veía más a menudo en las regiones occidentales del país. Cantan canciones navideñas en voz alta. Yulia Semenyuk, de veinte años, vestida con traje tradicional ucraniano, explica que nació en Lviv, donde esto no era tan raro, y quería revivir estas tradiciones en la capital. Así que ella y un grupo de amigos de Karpenko-Kary van cantando por el centro de Kiev, al tiempo que recaudan dinero para las Fuerzas Armadas ucranianas. "Resulta que todos lo necesitan, la gente nos espera. La gente quiere una fiesta", agrega Yulia. Su amigo dice que durante mucho tiempo a Ucrania le impusieron tradiciones que no le eran propias y ahora es el momento de cambiar todo eso.

Junto a la cafetería, donde la gente feliz fotografía el vertep, bajo la sombra de un árbol de Navidad construido con los restos de proyectiles hay una placa que lleva inscrita una reflexión profunda: "Este árbol es como una cruz en la mano, un recordatorio constante. Vivir, trabajar, celebrar. Pero siempre recordar la realidad". Esta realidad se extiende más allá de los adornos festivos y las luces brillantes, recordando a los ucranianos que, incluso en tiempos de celebración, la sombra de la guerra sigue presente.

Supongo que asaremos carne y nos sentaremos un poco. Es una fiesta"

Y esa realidad está aquí, a una llamada de distancia a un número conocido. "Gracias, feliz Navidad a ti también. Segundo año en Dombás. No hay ánimo. ¿Qué celebración aquí?", escucho una voz cansada en el teléfono. La voz de un soldado del frente de Bakhmut. Después de pensar un poco, agrega: "Supongo que asaremos carne y nos sentaremos un poco. Después de todo, es una fiesta". 

Esta dualidad, entre la necesidad de recordar y la voluntad de celebrar, se refleja en las calles de Kiev, donde la gente habla de "celebraciones tranquilas" y "modestia", sus ojos bajando con una mezcla de culpa y esperanza.

En esta Navidad, el contraste entre la festividad y la lucha se convierte en un símbolo palpable: un proyecto fotográfico de la 10.ª brigada muestra a un soldado solitario en una mesa festiva en medio de un campo desolado, un escenario que encapsula la realidad actual de Ucrania. Konstantin Liberov, fotógrafo militar, captura esta esencia en sus palabras: "Aquí, en el frío y el barro, no hay fiestas. Hacemos esto no por nosotros, sino por los demás". 

En su resistencia y determinación, los soldados ucranianos nos recuerdan que, tanto el 25 de diciembre como el 7 de enero, la guerra sigue presente, y con ella, la esperanza y resiliencia de un pueblo que se aferra a su identidad y a su futuro, incluso en los días más oscuros.

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