Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Luces de Navidad

El alcalde de Vigo, Abel Caballero, durante el encendido de las luces de Navidad 2023 en Porta do Sol.
El alcalde de Vigo, Abel Caballero, durante el encendido de las luces de Navidad 2023 en Porta do Sol.
Europa Press
El alcalde de Vigo, Abel Caballero, durante el encendido de las luces de Navidad 2023 en Porta do Sol.

Es curioso cómo hemos convertido el mes más oscuro del año, el de los días cortos y las noches largas, en el más luminoso. Son las luces de Navidad las que obran tal prodigio como retando a las tinieblas que nos impone el solsticio de invierno. Antes, el alumbrado navideño era más contenido al resultar demasiado oneroso para los ayuntamientos el consumo de electricidad. Las lámparas incandescentes disparaban la factura de la luz, a lo que había que sumar la mayor complejidad del montaje de cables con las viejas bombillas. Para limitarlo se ajustaban al céntimo los días y horas de encendido, y en los años de crisis la luminotecnia se reducía lo justo para recordar que estamos en Navidad.

El comercio fue el primero en entender el valor añadido que la iluminación navideña aportaba al negocio en unas fechas en las que el sector se jugaba el ser o no ser de sus cuentas de resultados. Pagaban por ello de su bolsillo las luminarias de las calles más comerciales y celebraban públicamente su encendido con el mayor boato para que a nadie le pasara inadvertido. No salía barato, pero sí rentable, los humanos tendemos a ir hacia la luz como esas mariposas que son atraídas por las bombillas al confundirlas con el resplandor de la luna que las orienta. La iluminación navideña incrementaba exponencialmente el tráfico de gente, y donde hay movimiento hay negocio.

El universo de la luz artificial experimentó un vuelco radical con la irrupción en el mercado de la tecnología LED, un invento de los años 60 que no ofreció sus mejores rendimientos hasta hace unos 15 años en que empezó a popularizarse de forma efectiva. Los diodos LED reducen drásticamente el consumo de energía eléctrica, por lo que los municipios adoptaron enseguida planes de eficiencia energética en el alumbrado público para reducir la factura de la luz.

Las bombillas incandescentes o fluorescentes de las farolas fueron sustituidas por LED y en la iluminación navideña su aplicación constituyó toda una revolución. La tecnología LED, además de rebajar drásticamente el consumo de electricidad, recortaba los costes de instalación ofreciendo unas posibilidades ornamentales muchos mayores que las luces de antaño. A resultas de ello, las ciudades se gustaron engalanando con un mayor despliegue de luces el calendario navideño para redoblar sus atractivos. Ha surgido incluso una competencia entre municipios por ofrecer la mejor y más deslumbrante iluminación de Navidad.

Al caso de Vigo, cuyo alcalde ha conseguido poner en el mapa turístico a su ciudad en estas fechas presumiendo de ser la mejor iluminada de España, le han seguido otros muchos ayuntamientos que compiten por ofrecer el mayor de los incentivos para un turismo interior que deja buenos réditos en el comercio y la hostelería local.

Para los pueblos más bonitos de España hay también concursos con el fin de sacarles brillo en Navidad. Es lo que hace cada año la firma Ferrero Rocher, que premia con luces aquellas poblaciones que considera que merecen ser iluminadas como el destello de sus bombones en los anuncios de televisión. Con esas luces brillan así pueblos tan singulares como Peñíscola, Puebla de Sanabria, Mojácar y, este año, la Alberca.

Las luminarias se han hecho con el protagonismo de estas fechas, pero por mucho que nos deslumbren nunca han de sustituir la luz interior que los humanos debiéramos prender para sacar lo mejor de nosotros. Sean creyentes o no, la Natividad es una excusa óptima para encender el alma. Hagamos lo posible por mejorar la convivencia y, al menos por unos días, tengamos la fiesta en paz. Feliz Navidad.

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