Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Falacia musical: si enfada a los mayores está bien

El cantante puertorriqueño Bad Bunny durante una actuación.
El cantante puertorriqueño Bad Bunny durante una actuación.
JASON KOERNER
El cantante puertorriqueño Bad Bunny durante una actuación.

Existe una teoría sobre la música que dice que el estilo que seduce a la juventud en cada época tiene entre sus objetivos desorientar y enfadar a las generaciones mayores. Nuestros abuelos se descolocaron al escuchar el rock y los padres de ahora tienen que indignarse y sentirse desorientados al escuchar, por ejemplo, el reguetón. Según esta idea, los representantes de ese nuevo estilo musical cumplen con su función si hacen que los mayores se salgan de sus casillas al escuchar su música. Y ya está.

Es cierto que el enfado aporta evolución y ruptura, garantiza el avance y la innovación. El pandémico concurso de cirugía plástica triunfadora que ha vuelto por desgracia a la tele es una muestra de que esto es cierto. En OT los cantantes interpretan desde siempre música que gustaría a nuestras abuelas, madres y, quizá, bisabuelas y, por lo tanto, no aporta nada. Solo promueve el refrito, el karaoke, la falta de talento y el Gran Hermano encubierto. Nada nuevo bajo el sol.

Hay una presunción de calidad musical detrás de esta idea que ensalza el enfado de los mayores. Algo tendrá cuando los jóvenes la disfrutan y los viejos no la entienden. Consigue su propósito, dicen. Aparentemente, es un razonamiento interesante y parece acertado, pero tiene un problema de fondo: el enfado de los viejos no asegura la calidad de la música de los jóvenes. No es lo mismo enfadarse por Elvis, por los Beatles, por Metallica o por un buen rap como ese de Violadores del Verso que dice "yo soy el que enseña a vuestras hijas a decir hijo de puta", que por un reguetón enlatado, precocinado y con una letra malísima y, para más inri, denigrante para las mujeres.

Habría que pedirle a la música de las nuevas generaciones que, además de enfadar y descolocar a los viejos, esté hecha con talento y en esas andamos. Quizá sea el momento de buscar entre la música urbana, latina y el ya mencionado reguetón algún artista que aporte esa calidad más allá de la apariencia, los coches, las cadenas de oro y la actitud. Hay músicos que dicen que el reguetón todavía no ha aportado ningún Bob Dylan y puede que tengan razón. Habrá que mirar bien.

Entre cumplir con el precepto de enfadar a tus padres y poner en práctica el cuento del traje nuevo del emperador existe un término medio que no siempre es fácil de encontrar. Habría que indagar en la idea de rebelión y hacerse la pregunta sobre contra qué se rebelan los jóvenes compositores de ahora. Quizá esté ahí la respuesta. El debate no está cerrado y el que posee talento ahora y ganas de trabajar cuenta con muchas papeletas para hacer algo memorable de un modo rentable, razonablemente rápido y popular. Que no nos den gato por liebre.

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