Un día como hoy, de un tiempo no tan lejano, era enterrado en el Valle de los Caídos uno de los mayores HDP en el sentir de una gran parte de la sociedad española. No era una etapa de neopuritanismo lingüístico ni de revisión de la indecorosidad gramatical y se escuchaba con asiduidad la voz HDP. Al fin y al cabo, el lenguaje obsceno ha formado y forma parte de esa compleja función del ser humano que es la gestión de las emociones.

La blasfemia, la maldición o el improperio son voces especiales que exudan rabia, dolor o alegría según el contexto y la situación. Son voces tan singulares que se han llegado a conocer casos de personas que han perdido el habla y que, en cambio, los únicos sonidos que finalmente pueden emitir reproducen palabras soeces.

Se puede ser hijo de la fruta o un HDP. Es obvio que en su literalidad sería más preocupante ser hijo de una fruta, porque ser hijo de una meretriz no es indigno ni obsceno, ni por actividad materna ni por ligazón filial. Me preocuparía más ser hijo de un ser retratado por Giuseppe Arcimboldo, quien acostumbraba a pintar las cabezas de los emperadores y nobles con frutas, verduras y hortalizas.

Quizá desde la tribuna de invitados del Congreso de los Diputados pudo parecer, por un momento, que el emperador era investido, o embestido según ciertas apariencias, por fruteros venidos de Amorebieta, Olot, Las Palmas y hasta de Viveiro. Incluso se habló de que, por la nariz de algún diputado, salían coles de Bruselas, que habrían hecho las delicias del pintor milanés.

Es evidente que Cervantes no pasaría hoy un mínimo examen de pureza semántica, por obra y gracia de los que nunca le han leído. "No es deshonra llamar hijo de puta a nadie cuando cae debajo del entendimiento de alabarle", replicaba Sancho Panza al hidalgo don Quijote, quien usaba frecuentemente el término. Para Pam, además, sería un gordófobo de libro. Refiriéndose a su obeso escudero, Quijote aludía al aspecto físico del gañán como monstruo de naturaleza, glotón, vestiglo o tragón. Sin duda eran otros tiempos, también para Quevedo, que hizo del insulto un arte. 

Dice Arturo Pérez-Reverte que "por lo general, el ser humano es un hijo de puta". Añadiría yo que los hay de dos clases: los literales y los emocionales. Los hay incluso que cantan, como los chanantes, la canción "hijo de puta, hay que decirlo más". Pues nada, en honor a mi compañero de rodaje y chanante oficial, Julián López, habrá que decirlo más. De hecho, en unas semanas estrenaremos Matusalén, la primera película hiphop de la historia del cine español. Eso, hip-hop-uta.