Francisco Gan Pampols Teniente general retirado
OPINIÓN

Un baño de realidad

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski.
El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski.
Ukraine Presidency/Ukrainian Pre
El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski.

La semana pasada, en una entrevista concedida al diario The Economist, el respetado y admirado jefe de las Fuerzas Armadas ucranianas, el general Valerii Zaluzhnyi, admitió: "Estamos entrando en una nueva fase de la guerra. Una etapa de combates estáticos y de desgaste en la que Rusia puede reconstruir su ejército y en la que la innovación será fundamental". De esta forma reconocía abiertamente que los esfuerzos ofensivos que vienen desarrollándose por Ucrania desde el inicio del pasado mes de junio han sido muy costosos a la par que infructuosos, y que el futuro que hay que afrontar es nuevamente una guerra de trincheras durante este otoño y el próximo invierno. En este escenario, la única posibilidad de que Ucrania venza es que se produzca una disrupción tecnológica que aporte una ventaja decisiva sobre el campo de batalla.

La traducción de lo anterior, en términos de capacidades militares, es: la posibilidad de reconstituir unidades desgastadas y que han sufrido muchas bajas y alistar otras nuevas basadas en la movilización de efectivos adicionales; lograr la superioridad aérea y la movilidad terrestre reforzada que permita la superación de todo tipo de obstáculos —activos y pasivos—; la superioridad de los fuegos terrestres en alcance, precisión y letalidad; la superioridad en el enfrentamiento acorazado y mecanizado; la ventaja cualitativa en guerra electrónica y ámbito cíber... y suma y sigue. Esto excede con mucho lo aportado hasta la fecha en ayuda militar a Ucrania y supone un esfuerzo añadido que no sé si está en la mente de los donantes asumirlo en el contexto geopolítico y económico que se avecina. Con algún matiz de índole menor, lo mismo se puede extrapolar a la situación y condiciones que necesitarían las Fuerzas Armadas de la Federación rusa para resolver el conflicto a su favor sin escalar fuera de lo convencional.

Así pues, estamos frente a un dilema que hay que resolver más allá de las declaraciones grandilocuentes que sostienen el relato de ambos contendientes. El dilema puede enunciarse de la siguiente forma: o se acepta el statu quo actual en el que se produce un intercambio de paz por más o menos territorio, consolidando la ilegal e ilegítima ocupación rusa del territorio de Ucrania, o bien se prolonga sine die una guerra que, en el mejor de los casos, será larga, cruenta y devastadora, de resultado siempre incierto, y que consumirá preciadas vidas y una ingente cantidad de talento y recursos imprescindibles y que podrían dedicarse a mejores fines. Ambas posturas deben considerarse desde el análisis realista, independientemente de la bondad y legitimidad de la causa.

El mundo está inmerso en un proceso convulso como no se conocía desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Los conflictos de toda índole irrumpen en la esfera de lo cotidiano de forma constante. Hay problemas de falta de cohesión social, de incremento de la pobreza y de las desigualdades —intraestatales y entre estados—, de lucha por la hegemonía mundial que se refleja en la competición entre grandes potencias y en nuevas políticas de alianzas que se deslizan peligrosamente hacia la formación de bloques. Existe un riesgo cierto de que la proliferación de conflictos se encadene a las crisis presentes y genere inestabilidades mucho más graves de cara al futuro. 

La polemología nos muestra que siempre hay un momento en el que toca comenzar a desescalar allá donde se pueda, buscar e impulsar los acuerdos, aunque no sean ideales ni cubran todas las expectativas. Conviene dar una oportunidad a los cambios de tendencia que, aunque lentos, son más seguros y estables que los disruptivos. También nos ha enseñado la Historia que hay que ser descarnadamente realista en los planteamientos a la vez que idealista en los objetivos. Decía Cambó: "Hay dos maneras seguras de llegar al desastre: una, pedir lo imposible; otra, retrasar lo inevitable".

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