Durante los últimos días he estado aprendiendo de una gurú del marketing digital a subir historias más interesantes y que puedan despertar más interés entre mis seguidores. De entre miles de seguidores… ¿Cuántos me conocen realmente? ¿Cuánta gente es consciente de los triunfos y los fracasos que hay detrás de la carrera de un periodista?

Me ha tocado echar la vista atrás. Me ha tocado mirar al pasado. Me ha tocado asumir mi presente aceptando los errores, incluso los fracasos, de antaño. ¿Pero por qué iba a renegar de ellos?

Esta semana ha sido muy común ver en redes a twitteros comentando sobre el documental que ha estrenado Movistar Plus+ analizando la trayectoria de David Bisbal. ¿Hay tuits sobre su carrera? ¿Sobre sus logros como uno de los artistas más exitosos e internacionales de nuestro país? No muchos. La mayor parte de la gente debate sobre por qué no menciona a Chenoa reconociéndole el cierto peso que tuvo en el ascenso a la fama del almeriense.

Se enamoraron, y nosotros de ellos. Pero sin necesidad de hablar de lo no estrictamente profesional –aunque en el docu lo hacen–y sin mencionar a Mónicas, Paulinas o Jéssicas, en el nuevo proyecto de Bisbal se han olvidado de que ella fue parte importante de su triunfo y de la operación de marketing que les llevó lo alto. Ella: Chenoa. Esa a la que evitan nombrar casi como si fuese Voldemort.

Chenoa, muy molesta con el desplante de Bisbal en su documental

Sus duetos en OT, su canción juntos en el exitoso disco Disney, sus temas de amor a dúo en los primeros discos de ambos, su primera gira en solitario, en la que compartían cartel generando morbo y venta de entradas… Borrar parte de tu historia, o querer reducirla a un chándal gris, no es justo para tu pasado y menos para ella. ¡Allá cada cual! Innegable es su talento y su abrumador éxito pero también esta amnesia selectiva.