Manuel Mostaza Barrios Politólogo y Director de Asuntos Públicos de ATREVIA
OPINIÓN

Dos Españas expectantes ante las urnas

Una urna con votos en una imagen de archivo.
Una urna con votos en una imagen de archivo.
EUROPA PRESS
Una urna con votos en una imagen de archivo.

Las expectativas son muy importantes en política; pueden convertir un buen resultado en algo mediocre y, viceversa, son capaces de transformar en victoria casi cualquier resultado. Algo de esto ha pasado en España en las elecciones del pasado domingo.

El Partido Popular llegaba lanzado a los comicios y con una expectativa alta que deja ahora en poco su buen resultado -fuerza más votada y con una ventaja de 14 diputados sobre su máximo rival- justo lo contrario que le ha ocurrido al Partido Socialista.

A falta de los estudios postelectorales, parece que la apelación al voto útil de los de Núñez Feijóo se ha cumplido, pero solo a medias: ha sido capaz recopilar votos por su izquierda y por su derecha, pero no han sido suficientes. Enfrente, una coalición de gobierno que, objetivamente, obtiene unos malos resultados: todos los partidos que han apoyado al PSOE pierden apoyo en estas elecciones; lo pierde de manera clara Sumar, que empeora el ya mediocre resultado de Podemos en 2019 y lo pierde de manera estrepitosa el secesionismo de izquierdas que en Cataluña representa Esquerra Republicana.

Y ahí está quizá una de las claves del sostenimiento del partido de Sánchez; su capacidad para captar voto procedente del nacionalismo de izquierda ha sido muy superior a la que se esperaba. El temor que Vox genera entre una parte de los votantes en partes concretas de España ha sido un catalizador de voto útil para el PSOE, poniendo de manifiesto lo acertado de la estrategia de la Moncloa de hacer coincidir la campaña electoral con las (erráticas) negociaciones entre las dos fuerzas que ocupan el espacio electoral del centro hacia la derecha en España.

El resultado electoral dibuja un mapa inquietante para un PSOE cuya base electoral parece alejarse de la centralidad: no solo se defiende muy bien, a costa del nacionalismo, en los territorios periféricos con lengua cooficial -no olvidemos que respecto a 2019 gana un escaño en Valencia, otro en Baleares y otro en Navarra-, sino que incluso se impone en el País Vasco y, con mucha claridad, en Cataluña. Por el contrario, pierde votos y apoyos en casi toda la España monolingüe en castellano: Andalucía, Castilla y León, Extremadura, Castilla La Mancha o La Rioja.

Al final, con una campaña electoral confusa y presidencialista, el PSOE salva los muebles tras haber estado contra las cuerdas. Lo que demuestra que las campañas importan y que el país hay que trabajárselo buscando votos “hasta debajo de las piedras”, como señaló el presidente.

Otra cosa son los posibles acuerdos que puedan alcanzarse desde hoy. No va a ser fácil, ni siquiera para Pedro Sánchez, meter en el mismo cóctel a un PNV, derrotado en su territorio frente a una EH Bildu crecida, como tampoco lo va a ser pactar con una Esquerra que se deja la mitad de sus votantes -muchos se han pasado esta vez a los socialistas- con un Junts cuyo grupo parlamentario ha sido seleccionado desde Bélgica por el fugado Puigdemont.

Pero eso ya, es harina de otro costal…

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