Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Nueva York, sin refugios

La Estatua de la Libertad, en Nueva York, casi no se distingue entre el humo producido por los incendios que están arrasando amplias zonas boscosas de la vecina Canadá.
La Estatua de la Libertad, en Nueva York.
EP
La Estatua de la Libertad, en Nueva York, casi no se distingue entre el humo producido por los incendios que están arrasando amplias zonas boscosas de la vecina Canadá.

Con mucha frecuencia los hoteles de lujo de Nueva York, igual que ocurre en otras grandes ciudades, están rebosantes de clientes. Pero estos calurosos días estivales los que están más saturados son los refugios que acogen a los desamparados que no disponen de dinero para encontrar techo, aparte del que pueden suponer los cartones en los que improvisan su casa en los portales o algún rincón del metro.

No toda la ciudad de los rascacielos ofrece la exuberancia del lujo que se derrocha en la Quinta Avenida o los millones que se trafican en Wall Street. También hay miseria, con la que el visitante puede sorprenderse con bastante frecuencia en el lugar menos esperado. La pobreza no es exclusiva de los países que el visitante encuentra como parte del paisaje urbano.

En Nueva York, por ejemplo, se sabe que hay alrededor de 100.000 personas que carecen de un hogar donde pernoctar salvo que de vez en cuando sean recogidos y trasladados a uno de los refugios que tiene el Ayuntamiento para cobijarlos. Claro que no debe ser mínimamente confortable, porque muchos de sus necesitados a menudo prefieren librarse a cambio de la libertad que les proporciona mendigar a suelo raso. Los refugios han llegado al límite de su capacidad. Las 100.000 lúgubres plazas de que disponen están a tope. No cabe ni un mendigo más.

Es la primera vez que ocurre que tengan que colgar a sus puertas el cartel de ‘Completo’. La proximidad de un otoño bajo cero y nada digamos de un invierno bajo la nieve se vuelve estremecedora.

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