Luis Algorri Periodista
OPINIÓN

Pendientes de un hilo

Vladímir Putin se pronuncia sobre la rebelión del Grupo Wagner.
Vladímir Putin se pronuncia sobre la rebelión del Grupo Wagner.
EP
Vladímir Putin se pronuncia sobre la rebelión del Grupo Wagner.

Es casi imposible saber lo que está pasando en el núcleo del poder ruso por la misma razón por la que no sabemos lo que pasaba en la familia Corleone. Ahora bien, hay una diferencia: la familia Corleone es inventada, la construyó el novelista Mario Puzo a partir de su conocimiento de clanes mafiosos que sí existían en la realidad. Pero la mafia que detenta el poder en Moscú sí es auténtica.

Los 'expertos' y analistas de fuera de Rusia tienen tanta información sobre lo que está sucediendo como la que tienen los espectadores de la saga El padrino sobre la realidad de la mafia. Saben lo que les cuentan otros 'expertos' o lo que han leído por ahí. Nadie conoce la realidad entera, entre otras cosas porque esa opacidad es esencial para la supervivencia de la autocracia de carácter mafioso que ha construido Putin. Cuanta menos luz, mejor. De toda la vida eso se llamó omertà.

Pero hay algo indiscutible. La sublevación del estrambótico Prigozhin (el jefe de los mercenarios Wagner) contra el ejército regular ruso y singularmente contra el ministro de Defensa Shoigú, al que no puede ni ver, es la primera rebelión armada contra el poder oficial moscovita desde el intento de golpe de Estado contra Gorbachov, en agosto de 1991. Han pasado más de treinta años. Nunca más se habían visto carros blindados avanzando por la carretera con los cañones apuntando hacia el Kremlin.

Si algo nos enseña la historia es que eso nunca lo hace un chalado suelto. Del mismo modo que no fue solamente Tejero quien tuvo la ocurrencia de entrar a tiros en el Congreso, el 23-F, es forzosamente verosímil que ese otro loco, Prigozhin, haya contado con apoyos para volver sus armas contra la autocracia de Putin. La manera más eficaz de acabar con un Padrino es matarlo y ocupar su lugar. Pero eso no lo hace jamás un tipo aislado. Necesita cómplices.

La pregunta clave, por lo tanto, no es qué va a pasar ahora con Prigozhin, igual que nunca fue importante qué hizo o dejó de hacer Lee Harvey Oswald en el asesinato de Kennedy. La pregunta esencial es quiénes eran (quiénes son, mejor dicho) los cómplices del fantasmagórico sublevado y qué van a hacer ahora.

Otra cosa nos enseña la historia: cuando alguien monta una guerra contra otro, puede ganar o puede perder. Pero jamás ganará si en su propio bando hay desunión, revueltas internas, lucha por el poder o traiciones. Pasó en la República española. Pasó en la Rusia de 1917. Pasó en Alemania al año siguiente. Ha pasado siempre. También en la mafia de Nueva York, de más está decirlo.

Putin está ahora mismo pendiente de un hilo. Un día u otro lo derribarán y es poco probable que sobreviva, eso por descontado: son los usos y costumbres de la mafia. Pero es que pendientes de un hilo estamos todos. Putin, cuyo fracaso militar en Ucrania es clamoroso, se ha negado siempre a usar armas nucleares, ni siquiera las pequeñas o "tácticas", con las que cuenta. Pero quienes podrían sustituirle al frente del poder en Moscú no tienen tantos miramientos. Varios de ellos ya han dicho que, si de ellos dependiese, no lo dudarían. Apretarían el botón nuclear. Y después… ¿Qué sucedería después?

Ese es el problema, no el botarate de Prighozin.

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