Helena Resano Periodista
OPINIÓN

La estrategia de los cobardes

Grupos talibán celebran su primer año en el Gobierno en Kandahar.
Un grupo de talibanes.
EFE
Grupos talibán celebran su primer año en el Gobierno en Kandahar.

Acabar con ellas. Silenciarlas, apartarlas de la vida pública y, si es posible, exterminarlas. Es lo que están haciendo en Afganistán con las mujeres que quieren aprender, que quieren formarse, que quieren ir a la escuela. Desde noviembre se han registrado varios casos de ataques a escuelas, no con pistolas ni bombas, sino envenenando a las niñas que están en las aulas, que acuden cada día con la ilusión de saber algo más. El último episodio de este cruel y cobarde ataque ocurrió el lunes. Fue coordinado, se hizo casi simultáneamente en dos escuelas de primaria, las únicas que el régimen permite mantener abiertas.

Los talibanes han cerrado todos los centros de educación superior, han prohibido a las niñas ir a las escuelas de secundaria y, por supuesto, a la universidad. La única educación que pueden recibir es hasta sexto grado, es decir, las niñas mayores de 11 años tienen prohibido seguir sentándose en un pupitre. Su formación acaba ahí. Ni un libro más, ni una lección más. Su futuro laboral no es otro que el de someterse a las órdenes de los hombres, atender a la familia y cumplir las estrictas reglas de los talibanes.

A quien se salte eso, sabe lo que le puede pasar. Pero las mujeres afganas son luchadoras, no les ha quedado otra y pelean por seguir persiguiendo sus sueños, por ser en el futuro médicas, ingenieras, maestras, actrices o lo que quieran… Es lo que les queda, sus sueños, esos que nadie les puede prohibir. Y desde hace meses proliferan las escuelas secretas en las grandes ciudades, donde mujeres valientes se atreven a dar clases a todas esas niñas que se resisten a ser enterradas en vida bajo un velo de cinismo y cobardía.

Pero ni siquiera con eso se deben de sentir seguros. Porque siguen atacando las escuelas que ellos permiten, las de los más pequeños. Como las dos que atacaron el lunes. 80 niñas resultaron envenenadas, 80 niñas que tuvieron que ser atendidas en el hospital y que, ahora mismo, ya han aprendido la lección más dura que su gobierno quiere que aprendan: que tienen que vivir con miedo. Que ir a la escuela es para ellas peligroso, todo un acto de valentía. Es lo que quieren los talibanes. Es su receta para perpetuarse en el poder: mantener el miedo vivo.

Pero como está ocurriendo en Irán, en Afganistán hay mujeres y hombres que se niegan a aceptar ese destino. Que se niegan a aceptar que pueden prescindir de la mitad del talento de su país, que pueden condenar a toda una generación de mujeres a ser marionetas de los complejos de un grupo de ignorantes y canallas que solo saben reprimir o matar a quienes osan amenazarles en su inferioridad intelectual. Mujeres valientes que no están solas.

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