Ana Belén: "Todas las pasiones valen la pena, incluso las de final tremendo"

  • El deseo la vence en el teatro, donde interpreta a Fedra.
  • En la vida real, prefiere no soñar: "Frustraciones, las justas".
Ana Belén, lista para volver a pisar el escenario del Bellas Artes.
Ana Belén, lista para volver a pisar el escenario del Bellas Artes.
Jorge París
Ana Belén, lista para volver a pisar el escenario del Bellas Artes.

Tiene como carta de presentación una belleza insultante. Y transmite una serenidad abrumadora, una que tal vez sólo 45 años de sólida carrera artística puedan conferir.

Ahora nos ocupa su faceta de actriz. Este viernes regresa al Teatro Bellas Artes de Madrid con un clásico que Juan Mayorga ha versionado para ella. Fedra está hecho a la medida de Ana Belén.

Fedra tiene un texto de Juan Mayorga, dirección de José Carlos Plaza, un reparto de lujo… No podía fracasar.

La hicimos un tiempo, no demasiado por compromisos que yo tenía. Fue muy bien. Por eso la remontamos. Es un privilegio este texto de Mayorga. Trabajar una vez más con José Carlos Plaza es un gusto. Y el encuentro con mi primo Fran Perea fue estupendo, un descubrimiento.

Mayorga escribió el papel para usted. ¿Le podrían haber hecho un regalo más bonito?

No. Nadie me había escrito especialmente un personaje. Me dio mucho gusto, pero al tiempo pensé "qué responsabilidad, por favor".

¿Fedra es víctima o verdugo?

Verdugo de sí misma. Y víctima de esa pasión que no hubiese querido pero ha ocurrido, como pasa con las pasiones, que uno no se las propone vivir.

¿Y vale la pena?

A Fedra al final le ha valido la pena. Todas las pasiones valen la pena, incluso las que tienen un final tremendo.

¿Qué le ha parecido Fedra al público?

Les gustaba mucho el texto. Y han entendido la magnitud de los personajes. Trabajamos con la verdad, eso se tiene que notar. Yo lo detecto cuando voy a un teatro; siento cuando un actor me está trabajando de verdad o cuando está cumpliendo el expediente sin más.

¿Ha tenido vacaciones?

Síiiii. Hemos venido con las pilas muy recargadas.

¿Y cómo ha sido la vuelta?

Por un lado, una gran alegría, de volvernos a encontrar todos. Por otro, el choque entre lo que nuestro cuerpo recordaba y las cosas que al estudiar de nuevo el texto percibes. Es una sensación un poco rara, pero muy gozosa.

¿Le gustan los ensayos?

Disfruto mucho. Es el disfrutar cuando tienes un mínimo acierto y el sufrir –porque se sufre muchísimo– cuando ves que no estás alcanzando aquello que tienes que alcanzar.

¿Qué disciplina artística siente más propiamente suya?

El teatro lo siento muy mío, me permite volver al seno materno. Es donde realmente uno aprende todo lo que esta profesión le puede enseñar. De esta casa matriz se deriva que puedas ser actriz de cine o incluso cantante. Cuando sólo soy cantante, no dejo de ser intérprete, mi lado actriz está ahí, en el escenario.

¿Cómo es su día a día?

Todo está bastante abocado a que por la tarde tenga la función, que requiere que estés muy fuerte físicamente y vengas de muy buen talante. Eso que cuando se baja el telón me olvido de la tragedia, no me voy con el personaje para casa.

¿Le queda tiempo libre?

Me gusta levantarme temprano, ir al gimnasio, y con el teatro es más difícil porque te acuestas tarde. Yo termino y me voy a mi casa; ahora, desde que llego hasta que me acuesto… No puedes llegar y meterte en la cama, estás tocando mil teclas, es imposible.

¿Qué hace para desconectar?

Desde ponerte a arreglar cosas, hasta ver películas, leer… Tocas 50.000 palillos.

¿Qué es lo último que piensa antes de irse a la cama?

Ahora, cuando esté haciendo la función, me asaltarán imágenes de lo que ha sido. Sobre todo, en ese momento no encuentras lo positivo, siempre lo negativo (risas).

Si imagino una comida familiar en su casa con la gente hablando de música e interpretación, ¿voy desencaminada?

No, pero no te creas. Hablamos de lo que pasa, de anécdotas... Cuando surge cualquier cosa, contratiempo, se comenta. Pero la vida tiene otras cosas que nos interesan aparte de la profesión; afortunadamente, ¿eh?

¿Le gustaría dejarla, retirarse alguna vez?

Llegado un punto, pero quién sabe si podré. Hay tantos actores estupendos que no han podido retirarse porque tenían que seguir viviendo... Pero no me gustaría ser una carga en la profesión, estar torpe en el escenario y dar lástima.

¿Cómo llenaría el tiempo?

Me van a faltar años para hacer todo lo que quiero: me gusta viajar, ver cine, exposiciones…

¿Antes, qué le queda por hacer en el teatro?

Cantidad de cosas, afortunadamente. Está lleno de personajes para mujeres estupendos; en el teatro las actrices no podemos quejarnos mucho.

Puestos a soñar, ¿hay alguno concreto que le apetezca?

Yo sueño poco con eso, y así me han llegado personajes estupendos. Creo que lo mejor es no ponerte metas y no soñar. Frustraciones, las justas.

Para cuando acabe la gira de Fedra, en febrero de 2010, ¿tiene ya proyectos?

Tengo dos proyectos de cine, pero todavía son muy proyecto. Ahí están, buscando financiación (risas).

Si tuviera que ganarse la vida al margen de la música y la interpretación, ¿cómo lo haría?

Pues lo haría, no lo dudes, ¿eh? Yo no soy de las personas que piensan "si no fuese actriz, me moriría". Estoy haciendo lo que más me gusta del mundo, ésa es la gran suerte, por la que incluso pagaría. Pero esta profesión me ofrece hacer otras cosas dentro de ella. Llevo muchos años en ella y me podría reciclar perfectamente.

Conocerá medio mundo. ¿Algún país le atrae en especial?

Hay uno que no conozco, Australia, que me gustaría mucho. Hay que hacer un viaje, cuando tenga mucho tiempo (risas), no estaría mal.

¿Y de los conocidos?

Hay un lugar maravilloso al que suelo ir con bastante frecuencia, Cartagena de Indias. Es de esos lugares únicos en el mundo. De todos modos, los lugares son estupendos, pero lo que hace a los lugares estupendos es la gente.

¿Qué es lo más curioso que le ha pasado cuando alguien la ha parado por la calle?

Muchas cosas, porque la gente es imprevisible (risas). Hay días que tú vas por la calle, nadie repara en ti y es estupendo. Y otros que la gente pasa, da una vuelta, te mira como si tú no estuvieras ahí, se vuelve, comenta con la de al lado… Y yo siempre pienso "¿por qué no me dirán algo?; hola, por lo menos", si es que es tan sencillo…, porque hace que te sientas un poco invisible.

¿No le dan ganas de decir algo?

"Oye, hola" (risas). Cantidad de veces, pero pasas, tampoco te vas a meter ahí.

¿Hay alguien que todavía la llame Mari Pili?

Mi madre.

¿El resto de la gente…?

Ana. Víctor..., todo el mundo.

¿Guarda algún premio con especial cariño?

Como no me han dado muchos, muchos, todos los que tengo los agradezco muchísimo. La Medalla de Oro de Bellas Artes me sorprendió tanto que dije "¿pero eso yo?". Y luego, también inesperado, la Medalla de Caballero de las Artes y las Letras Francesas. Me hizo mucha ilusión.

¿Para sus hijos qué querría?

Lo que quieran. De hecho, han elegido lo que han querido, y es lo que les hace más feliz, con lo cual yo me siento feliz.

¿Siempre se ha mantenido al margen en ese sentido?

Sí, desde el momento que ellos han sido mayores para decidir qué querían hacer con su vida.

¿Los apellidos les han ayudado o pesado?

Te lo tendrían que contestar ellos. Pero en esta profesión se regalan muy pocas cosas, se consiguen a base de trabajo. Y yo estoy contenta porque mis hijos son trabajadores.

¿Le gusta el trabajo de su hija?

Es difícil desligarse del papel de madre, del cariño, de la admiración que te produce; pero sí, me gusta. Me parece que está llevando un camino muy bien, además, ella sola.

BIO. María del Pilar Cuesta Acosta nació en Madrid el 27 de mayo de 1951. Debutó en el cine con 13 años, en la película Zampo y yo. A los 15 inició su carrera teatral de la mano de Miguel Narros. También cantante, está casada desde 1972 con Víctor Manuel.

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