OPINIÓN

El penacho rojo

Los reyes Camilla y Carlos, de espaldas, saludan a su pueblo desde el balcón de Buckingham Palace.
Los reyes Camilla y Carlos, de espaldas, saludan a su pueblo desde el balcón de Buckingham Palace.
TheRoyalFamily
Los reyes Camilla y Carlos, de espaldas, saludan a su pueblo desde el balcón de Buckingham Palace.

Seamos bien pensados. No fue hecho aposta, pero tal parecía. La princesa Ana, que siempre se sintió más cómoda entre caballos que en otras compañías, suspiró aliviada cuando le propusieron que en los fastos de la Coronación ocupara el destacado papel de guardiana de la seguridad del rey (Gold-stick-in waiting).

Para empezar, ya tenía el problema del vestuario resuelto. Ella, que no destaca precisamente por seguir las tendencias de la moda, sabía que ese día se iba a sentir más a gusto con el vistoso uniforme de gala que como coronel del Regimiento Real de los Blues and Royals tenía en su armario. El manto verde de la Orden del Cardo y las numerosas condecoraciones le añadían majestuosidad. Todo perfecto. Pero… el casco acerado rematado con el penacho rojo de plumas que cubría su cabeza tuvo un damnificado en la ceremonia, su sobrino Harry, que ya bastante problemas tenía encima.

Después de días de especulaciones acerca de dónde se colocaría al hijo menor del rey que tantos quebraderos de cabeza ha ocasionado a la familia, el protocolo le designó un asiento en la tercera fila justo detrás de su tía y el vistoso casco que según vimos en la retrasmisión le restaba visibilidad por partida doble. De un lado le dificultaba seguir la ceremonia y de otro le hacía invisible para las cámaras.

Así que al final fue, pero como si no. En cuanto pudo salió de Westminster rumbo al aeropuerto para regresar a California. Se perdió el resto del programa. No estaba el ánimo para fiestas ni conciertos. Parece que nadie le echó en falta y más de uno respiró tranquilo.

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