Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Una coronación en el siglo XXI

El rey Carlos III de Inglaterra.
El rey Carlos III de Inglaterra.
NEIL HALL / EFE
El rey Carlos III de Inglaterra.

Estamos a tres días de vivir uno de esos momentos que solemos llamar históricos y que cada vez parte de la sociedad entiende menos si nos atenemos a las encuestas. El sábado, la monarquía británica desplegará todo su poderío para celebrar una ceremonia en la que se coronará a un rey que ya es rey desde hace 8 meses. Y se hará con todo el boato propio de las grandes monarquías, con cientos de invitados, con un montón de ritos y de símbolos que tienen cientos de años de tradición pero que, para la sociedad de ahora, dicen poco o se entienden más bien nada.

La ceremonia de coronación solo la celebra la Casa Real Británica. Y para ellos es el momento más importante de todo el reinado: cuando, en teoría, el monarca o la monarca son ungidos por Dios y se presentan ante él como los elegidos para dirigir la Iglesia anglicana y la monarquía. Es un acto religioso porque entienden, o se entendía más bien, que los reyes eran los elegidos de Dios. Y toda la liturgia de ese día gira entorno a eso: al rey se le ungirá con aceite sagrado, bendecido nada menos que en el monte más sagrado, el de Getsemaní. 

Desde Buckingham llevan no meses, sino años preparando esta ceremonia. Para ellos todos los detalles cuentan: la silla donde se sentará Carlos III, las coronas que llevará, las joyas que se utilizarán entre los invitados, especialmente los de la familia Windsor, las carrozas... Toda una puesta en escena de un evento que la sociedad de hoy en día ve como un gasto excesivo en un momento delicado.

¿Cuánto de todo esto necesita Carlos para seguir afianzando su imagen como Rey? Sus asesores y las personas que llevan velando por las tradiciones en la monarquía británica entienden que sigue necesitándolo. El boato es algo que va en el ADN de los británicos. Y quizás han perdido de vista que, a estas alturas, una ceremonia como la que veremos el sábado más bien aleja la imagen que el ciudadano de a pie tiene de lo que tiene que significar la monarquía y el papel que tiene que jugar en pleno siglo XXI.

Muchos el sábado estarán más pendientes de los gestos que puede haber entre el hijo despechado y su familia que en la coronación en sí. Desde la cuenta oficial que han abierto en redes para el evento llevan días detallando qué joyas lucirá la corona de Carlos, cuántas esmeraldas han quitado o colocado, qué joyas llevará Camila, cómo será su corona también…

Desde Buckingham han insistido mucho en remarcar la diversidad de su lista de invitados, incluyendo a personas de todas las identidades religiosas, profesiones, estratos sociales… Quieren que la procesión de carrozas ese día desde Westminster hasta el Palacio sea una fiesta en la calle, que el rey Carlos III se dé un baño de masas. Y seguramente veremos a muchas personas al otro lado de esas vallas. Porque la fantasía de todo esto sigue teniendo mucho tirón. Pero veremos qué pasa después: cuando la fantasía de carrozas y joyas desaparezca. 

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