Mario Garcés Jurista y escritor
OPINIÓN

Volver a empezar

'Volver a empezar'
'Volver a empezar'
Cinemanía
'Volver a empezar'

Corría el año 1982, el año de Naranjito, de la victoria inapelable de Felipe González y de aquel concierto legendario de los Rolling Stones en el Vicente Calderón. Ese día, Mick Jagger abandonó su letargo en una mesa del Café Hafa de Tánger para hacerse cuerpo presente en la España democrática. Y así fue cómo el rey de sus Satánicas Majestades apareció envuelto en una bandera española ante 60.000 almas. 

Cuarenta años después vino a rendir homenaje a la escultura del Ángel Caído en el Retiro, levantada a 666 metros de altura sobre el nivel del mar, el número cabalístico del diablo. Quizá el anticristo que hizo nacer Álex de la Iglesia en las torres Kio de Madrid hubiera tenido que nacer a los pies de ese estanque.

También se cumplen cuarenta años del estreno de Volver a empezar de José Luis Garci, la primera producción española en recibir un Óscar. Una película denigrada por la crítica patria durante los primeros meses hasta que el establishment neutral de la industria americana apreció una calidad que algún gacetillero a sueldo de la cultureta no llegó a percibir, embelesado entonces por subproductos como Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón

Para los más jóvenes, el protagonista, Antonio Ferrandis, el Chanquete de Verano Azul para los consumidores del kitsch de barrio, regresa a España, a Gijón, después de muchos años en Estados Unidos. Por una llamada del rey Juan Carlos I, al inicio de la película, tenemos conocimiento de que es Premio Nobel de Literatura

Exjugador del Sporting de Gijón, la directiva le rinde un homenaje, pero, al pronto, sabremos el verdadero sentido de su viaje: ante su muerte inminente, quiere aprobar una asignatura que no aprobó en la posguerra, y es volver a ver a Encarna Paso, su primera novia, a la que siempre quiso y de la que el cruel destino de una España en ruinas le separó. Entre «¿Te acuerdas?» y «Sí, me acuerdo», saldará la deuda con el pasado para, por fin, regresar a Berkeley para morir.

Pues bien, para los más ignorantes, Volver a empezar, lejos de ser un pastiche lacrimógeno, era y es la verdadera película de la transición española. Porque Garci, a diferencia de otros como Fernán-Gómez, descarta hablar cinematográficamente de la II República y de la Guerra Civil. La película, ante todo vitalista e ilusionante en una sociedad plegada siempre a la muerte, articula una visión nítida de final de la historia. 

El pasado ha llegado a su fin porque ya estamos en democracia, y las únicas transformaciones posibles a partir de ahora ya dependen de los ciclos vitales. La nostalgia es una enfermedad que en Garci tiene cura, porque el protagonista se redime finalmente, sin que observe el pasado con rencor. Todo lo contrario de lo que hacen algunos ahora, que solo son capaces de mirar atrás con ira y desencanto.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento