Se supone que el presidente de Estados Unidos es la persona más poderosa del planeta, pero incluso alguien con tanta relevancia tiene algunas limitaciones impuestas por su cargo.
Son varios los inquilinos de la Casa Blanca los que han manifestado su pena por no poder hacer algo tan sencillo y cotidiano para millones de personas en el mundo: conducir.
En efecto, aunque no hay ninguna ley que lo impida, es una norma del servicio secreto de Estados Unidos que el presidente no conduzca un vehículo en vías públicas o en carreteras abiertas, recoge Gizmodo.
La razón es obvia: es una medida de seguridad. Para el servicio secreto sería complicado proteger al presidente si este conduce y debe ir siempre en un vehículo con un conductor experto en maniobras evasivas.
La norma tiene alguna excepción: los presidentes sí pueden conducir en carreteras privadas y como hizo en muchas ocasiones Donald Trump, también pueden conducir buggies o carritos de golf.
Tanto George W. Bush como el actual presidente, Joe Biden, han manifestado su añoranza de la conducción en vías públicas, una actividad que el último en llevar a cabo fue Lyndon B. Johnson, cuando en 1964 'escapó' de la vigilancia de su servicio de seguridad para conducir a toda velocidad por Texas.
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