Entrevista

Samanta Schweblin: "Pensar que elegimos con libertad es posiblemente una trampa"

La escritora Samanta Schweblin.
La escritora Samanta Schweblin.
ALEJANDRA LÓPEZ
La escritora Samanta Schweblin.

En la ceremonia de entrega del último National Book Award (uno de los premios literarios más prestigiosos que se conceden en EE UU), donde se desvelaba el ganador, Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) estuvo bastante rato buscando el papelito con sus notas, no se esperaba que el prestigioso premio recayera en Siete casas vacías, su libro de relatos publicado por Páginas de espuma. "No era la única. Ni mis agentes, ni mis editores, ni mi traductora estaban preparados. Es la primera vez que entregan este premio a la lengua española, y es la primera que se lo entregan a un libro de cuentos".

El universo de esta escritora argentina afincada en Berlín, gran defensora del relato, y que también ha publicado novelas y trabajado en el cine, nos obliga a mirar de otra manera el mundo que nos rodea, a captar la extrañeza y lo inquietante de lo cotidiano. Hablamos con ella.

Me encanta esta idea suya, "a veces los cuentos salen mal y se pueden publicar como novela"; es una idea, la de la defensa del relato por encima de la novela, que no impera entre el público y la crítica, al menos en España, donde cuesta más interesarse por este género. ¿A qué cree que se debe esta resistencia?Todavía hay lectores de novela que creen que el cuento es un género infantil, o más cercano a la fábula o lo lúdico. Posiblemente no hayan leído nunca Crímenes bestiales, de Patricia Highsmith, La geometría del amor, de John Cheever, o El juicio de Dios de Antonio di Bennedeto. ¿Y quién puede entender la potencia de una idea contada en diez páginas en lugar de 300, si aún no ha encontrado a su cuentista favorito? Escuchar que a alguien no le gusta el cuento es como cuando un amigo te dice que no escucha música, puede que no le guste, pero en el fondo pienso, ¿no será que no dieron con el músico que sabe tocarlos a ellos?

¿Qué es lo que más y lo que menos le gusta de enseñar a escribir?Lo que menos es la gente que tiene mucho para decir, pero no escucha, y con esto me refiero también a los profesores y a la gente en general. Cualquier instancia de aprendizaje requiere de un diálogo, y lo mejor que puede pasar es que aparezca algo nuevo. El aprendizaje es un proceso creativo, un espejo con el otro, y un momento para escuchar. Yo enseño porque aprendo, y gran parte de lo que sé y puedo compartir tiene que ver con ideas que han surgido leyendo a otros o pensando con otros en voz alta.

En la formación de muchos artistas fue muy importante la figura de la abuela, del abuelo o de una nanny. Pienso en Jean Paul Sartre, Leonora Carrington o García Márquez. Su abuelo quería que fuera pintora y le daba consejos que inquietaban a su madre ("en el amor, en la pareja, una artista por pareja"; "la familia o el arte"). ¿De qué manera le influyen sus enseñanzas?No fue hasta estos últimos cinco o seis años que entendí hasta qué punto me influyó. Llegó a decirme que en cuanto pudiera sostenerme económicamente me mudara a Berlín, y acá estoy, entre alemanes desde hace casi diez años. Me gusta pensar que yo misma tomé mis decisiones, pero pensar que elegimos con libertad es posiblemente una trampa, aunque nos inquiete reconocerlo.

Una de las enseñanzas que más le agradezco fue la que aprendí junto a sus alumnos. De mis ocho a mis trece años asistía todos los sábados a su taller de grabado y aguafuerte de San Telmo, el taller Alfredo de Vincenzo. Ahí vi desde muy chica a gente adulta involucrándose en el arte con una seriedad y una pasión que casi bordeaba lo religioso. Eran jornadas de seis, siete horas, y el grabado es una disciplina muy física, porque las chapas de zinc son pesadas, el ácido y los barnices te queman las manos, las pinturas eran tóxicas. Pero esa gente podía discutir por el tono de un amarillo durante meses. Me parecían héroes, porque había algo en su compromiso que me hacía pensar que no había nada más importante que lo que ocurría allí. Conceptos como "artista genio", "iluminación", "inspiración" eran para ellos palabritas de principiantes. Creían en el trabajo rudo, en la experimentación y en la opinión de los otros sobre sus trabajos.

Una de las razones por las que cursaste cine fue porque después de estudiar literatura, te diste cuenta de que necesitabas saber sobre la técnica de crear historias, sobre su anatomía. ¿Aconsejarías a los escritores nóveles a hacer lo mismo?No llegué a estudiar literatura, fui a algunas clases durante un cuatrimestre, y enseguida me di cuenta de que, aunque me resultaba fascinante, tenía una urgencia: necesitaba un arte que se hiciera la misma pregunta de la manera más práctica y concreta posible, ¿cómo se cuenta una historia? Por eso, me fui a cine. No sé si lo aconsejaría; es algo personal. Estudiar histórica y teóricamente una literatura canónica es una parte de la formación, probablemente la menos importante. Hay que aprender a leer, ese el secreto, pero me parece que hay que hacerlo desde el lugar más práctico posible. Yo aprendí a leer en los talleres, y escuchando a lectores que admiraba hablar de lo que leían.

Su trayectoria sigue ligada al cine: participó en el guion de Distancia de rescate –se emocionó cuando la vio por primera vez–, su relato llevado al cine por la directora peruana Claudia Llosa. ¿Qué es lo que tiene el cine que no tiene la literatura?, ¿qué es lo que tiene la literatura que le falta al cine? 
Son lenguajes muy diferentes. El cine sucede tomando decisiones muy concretas. Lo que en literatura puede ser un lugar indefinido entre la vida y la muerte, como es el lugar desde el que se narra Distancia, en el cine debe ser un espacio concreto. Uno de los grandes desafíos de la adaptación tuvo que ver con cómo mantener las múltiples lecturas, si en la adaptación al cine se pierden tantas instancias de ambigüedad y dobles sentidos.

El cine, por otro lado, impone tiempos y silencios, cosa que es más difícil de lograr en la literatura, y eso sumó riquezas en los diálogos, el ritmo y la tensión. Por más distintos que sean, lo importante en una adaptación es que el viaje emocional del lector y del espectador funcionen e impacten. Me emocionó ver el corte definitivo porque eso se había cumplido. Tenía miedo de encontrarme con algo muy diferente, pero Claudia Llosa sumó su visión, siendo fiel a la esencia de la historia.

Se está convirtiendo en una autora de culto, hay quien la ha comparado (Juan Ángel Juristo en Cuadernos Hispanoamericanos) con Roberto Bolaño. ¿Mira hacia otro lado para centrarse en la escritura en vez de leer críticas? ¿Qué hace con esos comentarios?Me intriga cómo se leen los libros apenas se publican. Es como trabajar por años en un barquito de papel y luego quedarte un rato mirando a ver si flota cuando al fin lo ponés en el agua. Pero luego me canso y me desaparezco de las redes y las noticias. Y en cuanto a las traducciones, ahí sí, ya no los sigo para nada. No es desentendimiento, tengo curiosidad. Pero es un tipo de información aburrida para mí, quiero decir, son libros que conozco de memoria y que necesito dejar atrás, y tampoco es que las lecturas que se hacen de ellos cambien tanto con los años. 

Ya en su segundo libro, Pájaros en la boca, había relatos que anunciaban la novela Kentukis, en los que daba importancia a lo extraño, lo inquietante, lo distópico… ¿Qué es lo que le atrapa de esas atmósferas?"...Creo que siempre me atrajeron los mundos que se muestran en la intersección de lo cotidiano y lo extraño. Me interesa explorar las sensaciones que surgen en el lector cuando se enfrenta a situaciones aparentemente normales que se ven perturbadas por algún elemento fuera de lo común. Esta fijación por las atmósferas inquietantes y distópicas proviene, creo yo, de una necesidad de explorar el lado oscuro de la condición humana y de los sistemas sociales en los que vivimos...".

Por cierto, esta respuesta me la ha dado el chatbot de Open AI, cuando le pregunté cómo respondería Samanta Schweblin a tu pregunta. Lo que demuestra que es una tecnología espectacular, pero también muy poco interesante en su construcción de contenidos. Y pucha, qué alivio.

Nos rodean los estereotipos: se intentan rescatar etiquetas como boom, y en Alemania, donde vive, siguen esperando que los autores hispanoamericanos escriban realismo mágico. ¿Cree que tal vez el contacto más directo entre lector y autor logre que esas etiquetas mercadotécnicas se diluyan? 
Puede ser, pero al final uno se encuentra con un número muy reducido de sus lectores. El mercado y las editoriales deberían trabajar más cuidadosamente en las etiquetas. No quiero ser ingenua, entiendo que para las leyes del mercado, un libro debe poder llegar a las librerías y ponerse en un estante, el de Ciencia Ficción, el de cuento, el de ensayo. En algún lugar hay que acomodar las cosas. Pero cualquier editor sabe que lo mejor que se está escribiendo está sucediendo entre géneros.

Hay que pensar una manera de comunicar esto a los lectores. Después de tanto revisionismo, ¿cómo puede ser que la literatura, que es nuestro espacio para pensarnos, y para ensayarnos en el futuro, siga funcionando prácticamente con las mismas etiquetas del siglo pasado? Hay algunos atisbos de intentar nombrar nuevos géneros y formas. Hay nombres nuevos y para algunas constelaciones, pero se quedan en el mundillo literario. El mercado no parece terminar de aprovecharlas.

El otro día, Dacia Maraini, Marta Barrios y Marta Jiménez hablaron en la librería Antonio Machado sobre cómo las publicaciones más canónicas están perdiendo autoridad y que para ser reconocidos/as como escritoras no hace falta que nos canonicen. ¿Está de acuerdo?Puede ser. No creo que lo canónico haya perdido autoridad, sigue pesando muchísimo, pero es verdad que surgen alternativas, y ahí es donde las editoriales independientes, los booktubers, ciertos comentarios en Twitter o Tiktok pueden tener un alcance mucho más transversal y potente que el de las pretensiones más canónicas. Pero tampoco es un mundo que yo entienda del todo, sobre estas cuestiones siempre me da un poco de resquemor opinar.

Vive en Berlín. ¿Cómo condiciona tu escritura esa ciudad? 
Este verano cumpliré mis diez años berlineses. Y afecta, claro que sí. Por un lado, mi manera de hablar, que es la herramienta con la que escribo. Pero también mi manera de pensar, las comunidades en las que me muevo, distintas a las latinoamericanas, y mi experiencia vital, que es al final mi material de trabajo. Esta pregunta que me hacés solía asustarme. Tenía miedo de que me alejara de mis lectores, o que mi español les resultara extraño, o de que yo misma dejara de entender el mundo sobre el que escribo, que es el argentino. Pero yo soy argentina, y cuanto más tiempo paso en Berlín, más argentina me siento.

Antes era argentina por nacionalidad, pero ahora la argentinidad es parte de mi personalidad. Es una argentinidad distinta, pero es la mía, es mi español raro que habla un poco de las ciudades en las que viví y los amigos que tengo. Así que me entrego a la curiosidad de ver qué pasa, y qué escribiré en el futuro siendo esta cosa rara que soy. Soy una argentina con apellido alsaciano que vive en Alemania con pasaporte italiano y pareja noruega. Si no me entrego a estas circunstancias, es que no me animo a todo eso tan extraño e incómodo que luego me gusta tanto en la literatura.

¿Por qué te pilló tan por sorpresa que te lo dieran por Siete casas vacías?Hubo un premio parecido en los sesenta, para Rayuela de Julio Cortázar, pero no fue exactamente el mismo, sino una edición diferente de los National Book Awards que dejó de existir. Lo importante es que abre puertas. Ahora más libros escritos en español van a considerarse para la preselección, y sobre todo, mi noticia preferida, más libros de cuentos. 

Somos más mujeres lectoras, más mujeres escritoras, ¿qué falta para llegar al equilibrio?Que al sentarte a cenar o firmar contratos con los jefes y los directores, estos no sigan siendo casi todos varones. Esto también está cambiando, pero todavía falta. La literatura va un paso adelante, pero al mercado le toma un par de vueltas más acomodarse. Incluso en Alemania, uno de los países europeos más ricos e igualitarios, que viene de tres gobiernos seguidos con una mujer al mando, la brecha salarial sigue siendo del 21 por ciento. Y cada vez que haya pobreza, crisis y desigualdad, se volverá también atrás con los derechos de las mujeres. Están pasando cosas muy buenas, que nos están dando aire y soluciones como sociedad, no solo a las mujeres. Pero para la fiesta de celebración faltan muchos pasos todavía.

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