Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

El juez gorrón

El juez de la Corte Suprema de Estados Unidos Clarence Thomas
El juez de la Corte Suprema de Estados Unidos Clarence Thomas
Europa Press
El juez de la Corte Suprema de Estados Unidos Clarence Thomas

En los Estados Unidos la Judicatura es una institución con ingredientes casi sagrados. Como debe ser. Pero algunas veces la imagen de los jueces entra en dudas y, entonces, surge el escándalo. Los políticos pueden traspasar la ética, que cada vez es más laxa, pero los magistrados, no. 

Esto explica el escándalo que ha desencadenado en los medios y ambientes de opinión el caso del hasta ahora prestigioso juez Clarence Thomas, nada menos que miembro de la Corte Suprema de Justicia. El señor Thomas gozaba de fama de jurista excepcional y de juez implacable hasta que de pronto alguien descubrió que en su vida privada disfrutaba de frecuentes viajes en aviones privados, veraneos en yates de superlujo, alojamiento en hoteles de una constelación de estrellas y comidas en restaurantes con manojos de tenedores. Y, lo más sorprendente, que todo sin soltar un dólar de su bolsillo, algo comprensible si se tiene en cuenta que el sueldo de un juez, por prestigioso que sea, no da para tanto. 

La clave del misterio acaba de descubrirse. El juez Thomas contaba desde hace más de diez años con un financiero amigo, el multimillonario tejano Harlan Crow, que corría con todos sus gastos. Crow es un rico de familia que financia con diez millones de dólares al Partido Republicano y tiene como objetivo confesado en su actividad pública conseguir que la Justicia se integre más en la derecha política.

Mientras, ya hacía tiempo que se revelaron algunas irregularidades en sus negocios de tribunales que Thomas presidía o integraba. Thomas, seguramente más familiarizado con el lujo que con la prensa, enseguida se apresuró a reconocer que volcado en su trabajo e investigación no tenía ni idea de quién sufragaba sus gastos ni se había preocupado nunca de averiguarlo. 

Reconoció, eso sí, que Crow es su amigo. Como la explicación no resultó convincente a los periodistas, acabó asegurando que no había que sorprenderse porque otros colegas hacían lo mismo. Cabe imaginar el impacto que semejante afirmación ha causado en la Judicatura, y más entre los jueces cuyos salarios dificultan llegar a fin de mes.

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