Borja Terán Periodista
OPINIÓN

TikTok: así ha resucitado la broma de cámara oculta en la que es fácil picar

Imagen de una de las cámaras ocultas de Erola Jons
Imagen de una de las cámaras ocultas de Erola Jons
TikTok
Imagen de una de las cámaras ocultas de Erola Jons

Ya no nos creemos las bromas de cámara oculta en la tele, sin embargo no podemos dejar de ver en TikTok travesuras grabadas con el móvil escondido. Todos llevamos una cámara oculta encima, lista para grabar, lista para sentir que formamos parte de la historia o de, simplemente, una historia. 

Es más fácil que nunca captar las pifias de la realidad. Y muy sencillo picar, pues ni siquiera nos damos cuenta de cuando nos están grabando. Vivimos rodeados de móviles, estamos inmunes a tanto smartphone a nuestro alrededor. 

Y, de repente, contenidos que se veían ya antiguos por la televisión tradicional, ahora inspiran a creadores de microcontenidos en las redes sociales. Un buen ejemplo es la broma de cámara oculta, que ha resucitado en una nueva y moderna segunda vida desde TikTok e Instagram. Es el éxito de la tiktoker e instagramer Erola Jons, que atina cámaras ocultas que se consumen como las pipas: comes una, necesitas ir rápido a por otra y ya no puedes parar. Sus bromas más virales son a través del arte de la seducción más surrealista en bibliotecas, gimnasios e incluso en el propio Mercadona.

Bromas que enganchan por concisas, jóvenes y con el giro de guion pensado para lograr la apoteosis inmediata gracias a la expresividad de la reacción espontánea de las víctimas. Mezcla perfecta para el modo de uso de las redes sociales más instantáneas que captan la atención con verdad cazada al vuelo. Y la manera en la que respondemos a una encerrona inesperada transmite la verdad más pura, que cada vez parece más difícil de encontrar en la tele tradicional. Porque va con demasiada producción, porque necesita medir el tono de las bromas para que nada se malinterprete y porque hay que tener todo bien cerrado para que salga bien. Grabar en el Mercadona no se puede, habría que pedir autorización al establecimiento y consentimiento a todos los que allí están. Hasta habría que tener figurantes alrededor para no infringir ningún derecho. Entonces, la capacidad de captar el instante tal y como surja se complica.

Pero, en cambio, en las redes primero se graba y ya, si eso, después se pide permiso. Es como colarte en vidas ajenas a través de la intimidad de tu propio móvil. Da igual que el vídeo esté peor grabado, es como si te lo enviara un amigo de tú a tú. Y te puedes enamorar de los protagonistas, porque transmiten la belleza de ser majos con su sonriente manera de responder a un juego que les pilla completamente desprevenidos. Este tipo de cámara oculta ya es un atajo muy jugoso cuando se pretende cazar naturalidad en un mundo de filtros. Sólo hay que tener el talento de disparar con mirada propia a través del móvil que tenemos todos. Eso sí, disparar sin hacer daño. Por favor.

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