Sarah Morris Corresponsal británica en España
OPINIÓN

Brujas y monstruos

Fotograma de 'Las brujas (de Roald Dahl)'
Fotograma de 'Las brujas (de Roald Dahl)'
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Fotograma de 'Las brujas (de Roald Dahl)'

De pequeña leí, probablemente, todas las novelas de Roald Dahl. Los mundos que creó me atraparon, me fascinaron. Cuatro décadas más tarde, aunque he olvidado los detalles de las tramas, me quedan muchos de los sentimientos que despertaron.

Mi favorita fue Las brujas. El narrador es un huérfano de siete años que se queda solo en el mundo con su abuela noruega, una mujer fuerte y llena de historias que le advierte de estar atento a las brujas. Aunque parecen mujeres, no lo son, y quieren matar a todos los niños del mundo. ¡Qué miedo! ¡Y qué valiente el protagonista que lucha contra ellas con la ayuda de su vieja abuela, resignándose (spoiler) en el final a una vida corta cuando las brujas le transforman en un ratón!

Devorando las historias de Dahl, vivía ajena a algunas críticas que veían Las brujas como un libro misógino o al autor del Gran Gigante Bonachón como "un monstruo de más de dos metros en la vida real, no en la ficción", como le describía el año pasado el crítico literario John Walsh en The Times

No soy la única persona cuya infancia  fue embrujada por el universo imaginario de Dahl; sus libros han vendido más de 250 millones de ejemplares. Por eso el clamor estos días tras la revelación hecha por el periódico conservador The Daily Telegraph de que su actual editorial en el Reino Unido, Puffin, ha hecho cientos de cambios a sus obras. En una nota en las nuevas ediciones, el editor dice: "Este libro fue escrito hace años, así que a menudo revisamos el lenguaje para asegurar que se puede disfrutarlo todo el mundo".

Se han quitado palabras cómo "feo", "gordo" o "negro", incluso cuando se refiere a un tractor. En Charlie y la Fábrica de Chocolate, se refiere ahora a las oompa loompas como "personas pequeñas" en lugar de "hombres pequeños". Las brujas reales de Dahl son calvas y llevan pelucas, así que un cuero cabelludo con picor puede ser una pista para el joven detective. "No puedes ir tirando del pelo de cada dama que conoces incluso si lleva guantes. Inténtalo y ver que pasa", decía la abuela en la versión original. En la nueva versión se ha quitado ese consejo y se añade: "Además hay muchas otras razones por las cuales las mujeres podrían llevar pelucas y no hay nada malo en eso". Esta nueva parte es, sin duda, menos graciosa, pero igual más adecuada en un mundo en el que muchos niños tienen abuelas y madres llevando pelucas por tratamientos contra el cáncer.

Las nuevas ediciones han sido tachadas por muchos, incluyendo al escritor Salman Rushdie, como una censura inaceptable y peligrosa. "Es el totalitarismo de lo políticamente correcto", dijo Allison Pearson del Telegraph.

La furia ha terminado con una solución razonable: Puffin Books va a guardar las versiones originales sin cambios con su marca de adultos, Penguin, y las nuevas versiones serían para niños que "igual están navegando por contenido escrito de forma independiente por primera vez".

Editoriales de Dahl en varios países, incluyendo Santillana aquí en España, ya han indicado que se quedarán con las versiones originales. Me pregunto si no se equivocan. Hace poco estaba leyendo a mi hijo El Cuento del Gatito Tom de la querida autora de literatura infantil Beatrix Potter y llegué a la siguiente frase, que decidí saltar: "Ella [la mamá Tabitha Twitchit] les arrancó del muro, les dio una bofetada". Potter lo escribió en 1907 cuando la forma de educar a los niños era muy distinta a la actual.

Los padres ya vamos editando ad hoc o evitando a nuestros antiguos favoritos para no llenar nuestros hijos desde pequeños con los prejuicios de otros tiempos. El mismo Dahl revisó Charlie y la Fábrica de Chocolate después de escuchar a personas que consideraron a la edición racista. Los últimos cambios a sus obras igual ayudarán a que duren más y a que compitan con lo mejor de la literatura infantil moderna.

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