Francisco Gan Pampols Teniente general retirado
OPINIÓN

Las cicatrices del tiempo; nada que celebrar

Equipos de artillería ucranianos disparan hacia las posiciones rusas en Bajmut, región de Donetsk.
Equipos de artillería ucranianos disparan hacia las posiciones rusas en Bajmut
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Equipos de artillería ucranianos disparan hacia las posiciones rusas en Bajmut, región de Donetsk.

El próximo viernes 24 de febrero se cumple un año de la invasión de Ucrania por la Federación Rusa; nada que celebrar, excepción hecha de la voluntad, determinación y heroica capacidad de sufrimiento y superación de Ucrania. La consecuencia de esa agresión: una guerra ilegal, carente de toda legitimidad, cruel y desproporcionada en todos los aspectos. Una guerra que nos retrotrae a los momentos más oscuros del siglo XX donde la barbarie, la muerte y la destrucción se adueñaron de Europa y de medio mundo.

Nos parecía que un orden internacional basado en normas -aceptadas y respetadas- era la consecuencia lógica de un aprendizaje tan duro y sangriento. Nos equivocamos entonces y lo demostramos en una Guerra Fría, en una multitud de conflictos ideológicos, en los procesos de descolonización, y en algún que otro "fogonazo" de tintes neocolonialistas. Y todo parece indicar que nos volvimos a equivocar en los albores de este siglo XXI al no prever el descontento y los extremismos de unos y los afanes imperialistas de otros que han desembocado, entre otras, en esta guerra que estamos viviendo y que, aunque capte toda nuestra atención, no es la única ni la más cruel de las que vivimos y que desafortunadamente desconocemos.

De las múltiples herramientas de las que disponen los países y las organizaciones para evitar los conflictos, la única que ha probado su eficacia desde los albores de la historia ha sido la disuasión. Disuadir es sembrar en la mente del potencial adversario la incertidumbre sobre el resultado final de una hipotética agresión en el sentido de que el coste que puede llegar a suponerle excede ampliamente los beneficios que espera obtener. La disuasión requiere una serie de elementos indispensables para que obre adecuadamente: voluntad de emplear la fuerza en caso necesario, capacidad para hacerlo con la potencia, intensidad y continuidad suficiente, y credibilidad, especialmente, sobre los potenciales antagonistas.

De las múltiples herramientas de las que disponen los países para evitar conflictos, la única que ha probado su eficacia desde los albores de la historia ha sido la disuasión

Tengo para mí que al terminar esta guerra -que espero y deseo sea lo antes posible y con una Ucrania unida y viable- tendremos que recomponer el orden internacional para que esto no vuelva a ocurrir, para que nadie de rienda suelta a sus afanes expansionistas, revisionistas o imperialistas, empleando la fuerza. Y habrá que hacerlo creando un nuevo modelo de disuasión a nivel global en el que todo el mundo se sienta comprometido en preservar la paz y en resolver las diferencias por medios pacíficos, so pena de verse identificado y neutralizado por una disuasión que acabe siendo activada de forma contundente, proporcionada a la agresión y respaldada por todos sin excepción. O ese es el futuro o no será.

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