Rebeca Marín Periodista y escritora
OPINIÓN

Sin banco y sin blanca

Hombre frente a un cajero automático.
Hombre frente a un cajero automático.
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Hombre frente a un cajero automático.

Mucho ha llovido desde que los bancos eran ese lugar común, refugio de mayores y no tan mayores, donde pedir consejo sobre los ahorros, actualizar la cartilla y, mientras se imprimía, charlar con tu banquero de alegrías o penas e incluso del dolor de rodillas con el cambio del tiempo. Lo de encontrar una cara amiga hoy es complicado, las hay, pero escasas, porque escasas son las personas que atienden en las oficinas. Las prejubilaciones masivas y la digitalización han dejado las entidades como eriales o cafeterías, que es peor.

Colas infinitas como en el Primark porque los horarios de atención personal son más estrechos que un tanga de la misma tienda y, mientras, el monstruo de la digitalización atormentando a jubilados y no tan jubilados, como el coco, para evitar presencias incómodas, chapas innecesarias y miradas directas con el trabajador de la banca. La crisis de las hipotecas subprime o las tarjetas black no ayudaron a reforzar la confianza.

Y, por si fuera poco, estos días hemos sabido que los sueldos de los directivos de bancos españoles se sitúan entre los más altos de Europa, el que más cobra está entre los 14 y los 15 millones de euros al año, 45.000 euros al día. Además, y con la inflación subyacente por las nubes, los bancos han anunciado beneficios récord de 20.800 millones de euros y sólo 7.500 generados en nuestro país. Y todo al mismo tiempo que el precio de las hipotecas variables y las comisiones no dejan de subir y los ahorros no dan intereses. Con este historial, lo de confiar está complicado. O reflexionan y se miran al espejo o volveremos a meter el dinero debajo del colchón, bueno, eso quien lo tenga, me refiero al colchón, porque de dinero ni hablamos.

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