Mario Garcés Jurista y escritor
OPINIÓN

Salir del armario, salir de la catacumba

El Papa Francisco en una imagen de archivo.
El Papa Francisco en una imagen de archivo.
DPA vía Europa Press
El Papa Francisco en una imagen de archivo.

Andaba el otro día el Papa Francisco, a falta de encíclica, matizando sus palabras sobre la homosexualidad. La aclaración no deja dudas respecto a lo que quiso decir. En definitiva, vino a afirmar que la homosexualidad no es delito pero es pecado, aunque sea por la justificación colateral de que dos hombres o dos mujeres no pueden contraer matrimonio a los ojos de Dios. Bergoglio, que en asuntos de fe tiene autoridad, en asuntos civiles se desorienta más que Irene Montero cuando legisla, porque debe desconocer que hay sesenta y nueve países en el mundo donde la homosexualidad es delito, con condenas que llegan hasta la pena de muerte.

No soy hermeneuta de la palabra dada de los libros sagrados. Dios me libre. Pero no es delito ni pecado hacer lectura de la Biblia. Quizá convendrá el Papa Francisco que, a falta de Benedicto XVI, existen lecturas contradictorias. En el Génesis se cuenta que dos ángeles, acogidos por la noche en la casa de Lot, son asediados por los "hombres de Sodoma", con la intención de abusar sexualmente de estos forasteros. Lot, para proteger a los huéspedes, está dispuesto a sacrificar a sus dos hijas que "no han conocido varón". 

Del mismo modo, en el Levítico se prescribe que "no te acostarás con varón como con mujer: es una abominación" y se indica la sanción: "Si un varón se acuesta con otro varón como con una mujer, ambos han cometido una abominación: han de morir". Por último, en Romanos se dice: "Los hombres, dejando la relación natural con la mujer, se encendieron de pasión los unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres".

En cambio, no parece en otros pasajes de la Biblia que la homosexualidad sea un pecado nefando. Que se lo digan a David y Jonatán ("¡Qué dolor siento por ti, hermano mío, Jonatán, como me encantabas! Tu amor me era más maravilloso que el amor de las mujeres" / "David y Jonatán se besan. Los dos lloraban, uno y el otro; David era el que más lloraba. Jonatán le dijo: ‘Vete en paz. De lo jurado por nosotros dos por el nombre del Señor, que el Señor mismo sea testigo entre tú y yo’"). O que se lo digan también a Rut y Noemí ("¡No insistas en que te deje, que me separe de ti! Donde tú vayas, allá quiero ir yo; donde tú vivas, quiero vivir yo. Tu pueblo será mi pueblo, tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras, allá moriré yo y allí seré enterrada. Solo la muerte nos podrá separar").

Los textos bíblicos han de ser interpretados de acuerdo con su contexto sociocultural y con las fuentes. Entiendo humildemente que toda prescripción moral y toda proscripción ética exigen una profunda reflexión interna, y más en estos asuntos. Pero eso ya no me corresponde. Por mucho que me haya tocado vestir con sotana en alguna película.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento