Las esperadas memorias del príncipe Harry no han defraudado y, como era de esperar, no han venido precisamente a calmar la tormenta que desde que llegó Meghan Markle se desató en la Familia Real Británica. 

El duque de Sussex, pese al título elegido para su biografía en la versión española, no se resiste a permanecer en la sombra y arremete sin muchas consideraciones contra la institución a la que por nacimiento pertenece y lanza dardos envenenados contra su familia, de manera especial contra su hermano, el Príncipe de Gales. También hay reproches para su padre y para Camila, a la que nunca aceptó ocupando el lugar de su madre. 

Su abuela, la muy discreta reina Isabel II, en su largo reinado, que no estuvo exento de escándalos y polémicas, siempre evitó que los problemas y disputas familiares traspasaran los muros de palacio para no erosionar la imagen de la monarquía. Pero Enrique ha roto las reglas del juego. 

Si lo que pretendía con el libro era reivindicarse y despertar simpatías, obviamente no lo ha conseguido. El balance de resultados no puede ser más desastroso, las relaciones con su familia, que ya estaban mal, ahora parecen definitivamente rotas y el prestigio de la institución también ha sido tocado. Y todo esto, ¿para qué? 

Cierto es que los millones que ha cobrado por contar su vida relatando todo tipo de intimidades pueden ser una razón a tener en cuenta, pero dicen muy poco de su inteligencia. Es mucho más lo que ha perdido. Aunque de momento se le ve encantado dando entrevistas de promoción y concitando un interés público que hasta ahora nunca había tenido.