Brasil se llena de incertidumbre tras un asalto que pudo contar con un apoyo estructural: "No es fácil dar de comer a miles de manifestantes"

Los manifestantes portan una enorme bandera amarilla y verde.
Los manifestantes portan una enorme bandera amarilla y verde.
EFE
Los manifestantes portan una enorme bandera amarilla y verde.
Los manifestantes portan una enorme bandera amarilla y verde.
EFE - ATLAS

Cuando parecía que el regreso de Lula da Silva a la presidencia de Brasil se iba a producir sin grandes incidentes, y que la sombra de las acusaciones de fraude electoral iban a quedar atrás, este domingo el Estado brasileño ha vivido el mayor desafío a la democracia de su historia reciente. Una oleada de manifestantes asaltó la sede del Congreso Nacional, el palacio presidencial y la sede del Tribunal Supremo, en una movilización violenta en defensa del ya expresidente brasileño, Jair Bolsonaro. Los asaltantes lucieron pancartas que pedían la intervención del Ejército para acabar con el Gobierno de Lula

Los enfrentamientos con la policía auguraban lo peor, pero pese a los destrozos, las horas de tensión pasaron, dando paso a la calma tensa que se vive en estos momentos en las calles de Brasil. Las fuerzas de seguridad lograron recuperar el control de las sedes, cargando contra los manifestantes y estableciendo un perímetro alrededor de la plaza de los Tres Poderes, donde los bolsonaristas fueron desistiendo y abandonando poco a poco el lugar. El balance total ha sido cerca de 50 heridos y más de mil detenidos. Además de un país que ha visto temblar sus instituciones.

"Es increíble que se haya llegado a este punto", reconoce a 20minutos Anna Ayuso, investigadora sénior especializada en América Latina de CIDOB . "Las movilizaciones están presentes desde antes de las elecciones, cuando se empezó a cuestionar el sistema electoral por parte de Bolsonaro y sus seguidores", por lo que, según Ayuso, es difícil entender que no tuvieran un protocolo para evitar que sucediera.

"La responsabilidad es de Bolsonaro"

Para Francisco Sánchez, director del Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca, "es interesante como este grupo de miles de personas se ha podido mantener manifestándose tanto tiempo en una ciudad como Brasilia, que no es necesariamente cómoda ni fácil de llegar". Sánchez recuerda a este medio que aunque "los movimientos sociales suelen funcionar un poco por voluntarismo y por una afinidad identitaria", en este caso se ha visto también una "alta capacidad de movilización de recursos y coordinación de acciones". 

"Dar de comer a 2.000 personas no es fácil y se intuye que hay una estructura detrás" reconoce Sánchez, que añade que podría ser "la base del ala más radical" de la política brasileña, algo que advierte que se debería investigar.

El asalto fue rápidamente contestado por el propio Lula, señalando directamente a Bolsonaro como la mano detrás del ataque a las instituciones brasileñas. "Todo el mundo sabe que hay varios discursos del expresidente Bolsonaro estimulando todo esto, estimulando la invasión de los tres poderes. La responsabilidad es de él y de los partidos que le han apoyado", afirmó el presidente brasileño en un discurso a la nación.

Los cuestionamientos de Bolsonaro a la limpieza de las elecciones fueron una de las claves que han llevado a esta situación, explica la investigadora del CIDOB. Los alientos del expresidente a las movilizaciones no tapan que este lunes se haya querido desmarcar de los actos vandálicos y ahora que se "ha descontrolado todo esto le podría afectar". Ayuso recuerda que, pese a que Bolsonaro ha dicho que el Ejército está de su parte, "la cúpula militar ha dejado claro muchas veces que no participarán en un golpe".

El antecedente del asalto al Capitolio de EEUU

Lo ocurrido en Brasil no es la primera vez que sucede. El seis de enero de 2021 los seguidores de Donald Trump asaltaron el Capitolio en Estados Unidos, en un episodio en el que todavía se está juzgando la responsabilidad del magnate estadounidense. El discurso populista de Bolsonaro al estilo de Trump y las mismas arengas sobre desconfiar de la limpieza del proceso electoral han llevado a que ambos países vivan la misma situación.

Esto, según el director del Instituto de Iberoamérica, es lo que se llama la ola de acción colectiva. "Al igual que en mayo del 68, cuando se produjeron revueltas estudiantiles en varios países, o como ha ocurrido con los movimientos indígenas o las primaveras árabes, se da cierto efecto de imitación".

En este sentido se expresa también Anna Ayuso, que considera que esto "no se les hubiera ocurrido nunca hacerlo si no hubiera ocurrido previamente lo del Capitolio".

A esta similitud se le suma ahora que tanto Trump como Bolsonaro están en una situación complicada, porque ambos tienen procesos judiciales pendientes. Para los dos expresidentes mantenerse en el poder era un tema de supervivencia, ya que necesitaban ganar la reelección para no enfrentarse a esas causas abiertas fuera del poder. Desde hace días Bolsonaro se encuentra en Florida (donde también tiene su residencia Trump), hasta donde viajó los últimos días de diciembre para no tener que asistir a la investidura de Lula el uno de enero.

"Su dilema ahora es si se queda allí para evitar ser juzgado o volver. Si se queda va a perder liderazgo, porque difícilmente los seguidores van a mantener la confianza en alguien que huye. Pero si vuelve, previsiblemente se tendría que enfrentar a juicios", sentencia Ayuso.

¿Qué ocurrirá ahora?

A poco más de 24 horas desde el inicio del asalto, las responsabilidades sobre lo ocurrido ya comienza a depurarse. El gobernador bolsonarista del Distrito Federal de Brasilia, Ibaneis Rocha, ha sido apartado del cargo 90 días por parte del Tribunal Supremo Brasileño, acusado de consentir los disturbios. Además, el secretario de Seguridad, Anderson Torres, ha sido destituido. Torres fue ministro de Justicia en los dos últimos años del Gobierno de Bolsonaro (2019-2022) y es una figura muy cercana del ahora exgobernante.

El Supremo también ha ordenado al Ejército desmantelar todos los 'campamentos bolsonaristas' y las autoridades policiales ya han levantado definitivamente el último reducto del campamento a la puertas del cuartel general del Ejército en Brasilia, con más de 1.200 personas detenidas.

"Lo importante es que ahora puedan empezar a sesionar y que empiecen a tomar las medidas políticas y sociales necesarias para encarrilar la crisis que tiene el país", explica Ayuso. "La economía parece que empieza a subir un poco y lo que les interesa sobre todo es dar señales de estabilidad a los posibles inversores".

Mientras tanto, la huella que va a dejar en Brasil este suceso tardará en desaparecer. En algunos grupos sociales "estos asaltantes en lugar de ser vistos como delincuentes van a ser unos héroes", dice Sánchez. "Ahora lo que viene es un juicio que tendrán que evitar que se convierta en una causa contra el bolsonarismo y que los asaltantes acaben siendo mártires", sentencia este experto, que recuerda que "este grupo va a estar latente mucho tiempo con ese tipo de reivindicaciones y la pregunta es hasta que punto van a poder cohesionarse".

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