El síndrome posvacacional es motivo de felicidad. La irritabilidad, el insomnio y la ansiedad se han convertido este año en síntomas congénitos de estabilidad laboral y motivos suficientes para olvidar socarrat en la paella y hits de chiringuito.

"Sufrir estos pequeños desajustes es indicador de vuelta al trabajo y, en plena crisis macroeconómica, se convierte casi en un lujo", explica la psicóloga clínica Elena Borges.

La Sociedad Española de Medicina confirma que el porcentaje de españoles que sufrirá los síntomas no alcanzará el 15% de 2008 por el elevado número de personas que este verano sólo viajaron del baño al dormitorio como consecuencia del déficit económico.

Sin embargo, los brotes posvacacionales no son tan verdes: la inestabilidad económica y la incertidumbre profesional agudizará la sensación de malestar durante la primera semana de adaptación a la rutina. La imaginación también necesitará un tiempo prudencial  para adaptarse a la realidad y abandonar la sensación orgánica de asueto integral.

La crisis y la gripe A, estresantes

Además, el desconcierto social ante la llegada de la gripe A incrementará los niveles de estrés tolerados en años anteriores.

"La situación económica global y el pánico por las repercusiones del virus H1N1 constituye una base estresante que puede convertirse en desencadenante de patologías varias", apunta Mónica Dosil, experta del Instituto Superior de Estudio Psicológicos.

Los sectores poblacionales más susceptibles de padecer los desajustes son las personas de entre 25 y 45 años y las profesiones que exigen  contacto directo con personas.

"Es una época introspectiva y la obligación de estar continuamente acompañado puede aumentar los niveles de estrés, concreta Borges.

Pese a los síntomas apocalípticos del síndrome, los expertos insisten en abusar del sentido del humor y no exagerar los desordenes derivados del regreso a a rutina porque "sólo es un malestar pasajero". Pero si los problemas persisten tras la tercera semana, consulte a su médico de cabecera.