Paul Newman se sincera sobre las adicciones de su hijo en sus memorias póstumas

Paul Newman durante un acto público en los setenta.
Paul Newman durante un acto público en los setenta.
GTRES
Paul Newman durante un acto público en los setenta.

La leyenda del indomable, La gata sobre el tejado de zinc, Camino a la perdición, Veredicto final, El golpe, Dos hombres y un destinoHud: El más salvaje entre mil, Ausencia de malicia, El largo y cálido verano... Todos esos papeles de Paul Newman están en la memoria colectiva y le certifican como uno de los mejores actores de la historia. Sin embargo, el siempre tan ansiado Oscar se lo llevó por El color del dinero, de Martin Scorsese, secuela tardía de El buscavidas en la que volvía a encarnar al personaje de Eddie Relámpago Felson.

En la película de Robert Rossen de 1961, su protagonista era un joven y engreído jugador de billar que, en un momento dado, acabará dando tumbos por la bebida. El intérprete no podía sospechar que su entonces hijo de once años, Scott, acabaría con su vida consumido en una espiral parecida a la que Eddie Felson había llegado en su vagar para conseguir vencer al Gordo de Minnesota: una sobredosis de drogas y alcohol se lo llevaría de este mundo a los 28 años.

Catorce años después del fallecimiento del legendario actor de los ojos azules, en septiembre de 2008 y debido a un cáncer de pulmón, han salido a la luz unas nuevas memorias póstumas que reciben el título de Paul Newman: The Extraordinary Life of an Ordinary Man y en las que el propio Newman indaga en cómo le afectó el fallecimiento de Scott Newman, un tema tan duro para él que siempre prefirió no hablar de él en vida y de manera pública.

El libro está basado en varias entrevistas Newman concedió para un proyecto con varios amigos muy cercanos en los años 80 y en el que la máxima que había era ser "completamente honestos" con las respuestas que se dieran. Eso incluía, entre otras cosas, el tema del amor: Paul Newman estuvo casados dos veces. La segunda de sus esposas, Joanne Woodward, fue el gran amor de su vida, desde que se casaran en 1958, teniendo tres hijas Elinor Teresa, Melissa Steward y Claire Olivia.

La primera, algo más desconocida, fue la también actriz Jackie Witte, a quien conoció siendo muy joven en una pequeña obra teatral y con quien pasaría por el altar en 1949. La relación fue muy complicada porque casi siempre estaban sumidos en problemas económicos dada la precariedad de sus trabajos, lo que los obligaba a cambiar de casa con mucha asiduidad. Sin embargo, Paul y Jackie tuvieron también tres hijos: el primogénito, Scott, y otras dos niñas, Susan y Stephanie Kendall.

A Scott, que había nacido en 1950, igualmente le picó la curiosidad de pertenecer al mundo de Hollywood y comenzó trabajando tanto como actor -en pequeños papeles, llegando a desdeñar públicamente los roles que le conseguía su padre- en cintas como El coloso en llamasEl carnaval de las águilas, Nevada Express, Prueba de fuego o en un episodio de Los hombres de Harrelson. También había trabajado como especialista en algunas películas de Paul Newman.

Sin embargo, sus primeros problemas con el alcohol trajeron consigo sus primeros problemas con la justicia, siendo arrestado por delitos menores y teniendo su padre que pagar la multa. Tras un accidente de tráfico en el otoño de 1978 comenzó a consumir analgésicos para el dolor, agudizándose su vicio con la bebida, trabajando como obrero y entrando en una depresión que, como, le confió a un amigo de la familia, el escritor Aaron Edward Hotchner, provenía de su padre: "Es un infierno ser su hijo. No tengo sus ojos azules, su talento, su suerte". Fallecía el 20 de noviembre de aquel año por una dosis fatal de diazepam, alcohol y otras drogas.

"Yo seguía pensando que estaba pasando por la típica etapa de malas decisiones de un adolescente. Nunca creí que sería mortal", asegura Paul Newman en las nuevas memorias. "¿Había alguna forma de decirle que no tenía que ser como yo? ¿Que no tenía que hacerse el macho y que podía ser él mismo?", se lamenta el actor, que admite que fueron "muchas las ocasiones" en las que se puso "de rodillas" y le pidió "perdón a Scott".

"Le pido perdón por esa parte de mí que le impulsó a su propia destrucción", afirma, antes de puntualizar que había "incluso algo grotesco en decir 'Perdóname'". "La energía que representa ese gesto para ese niño le hará decir: 'Bueno, ¿y yo qué se supone que tengo que hacer con esto?", agrega Newman, que se echa la culpa por la doble cara que tiene la fama.

"¿Qué habría hecho falta para evitarlo? No estoy seguro, pero no creo que hubiera podido seguir dedicándome al cine y ser una estrella. Yo mismo no podría haber bebido", agrega el actor, quien admite que "ser una estrella lo estropea todo para tus hijos". Su hija Clea, también presente en el libro, explica: "No hay mayor pérdida. Pero él fue capaz de sufrirla en silencio. Es desgarrador, pero creo que también le obligó a hacer un profundo examen de conciencia".

Eso mismo llevó a Paul Newman a revisar sus propios problemas con el alcohol: "Es un reto interesante saber hasta dónde se puede llegar con la bebida sin llegar a la autodestrucción. Hay cosas terribles que suceden con el alcohol. Me maravilla haber sobrevivido a ellas. A principios de los años 70, creo que alcancé hasta donde podía llegar, justo antes de darme cuenta de que había ido demasiado lejos. Para alguien tan comedido como yo, experimentar el placer y el lujo de sentirse fuera de control y mantenerte en un riesgo constante, era placentero, así de simple".

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