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Xi Jinping se aferra al poder cinco años más y se afianza como líder de China: "Ha resurgido el culto a la personalidad, al estilo de Mao"

El presidente chino, Xi Jinping
El presidente chino, Xi Jinping
Henar de Pedro
El presidente chino, Xi Jinping

En un salón abarrotado y con un aplauso atronador, el Congreso Nacional del Partido Comunista Chino recibía el pasado 16 de octubre al actual líder y presidente del país, Xi Jinping, en el inicio de la asamblea nacional que se celebra cada cinco años. El Congreso del partido es el equivalente a una elecciones generales y, si todo hubiera seguido los cauces naturales, el actual mandatario chino estaría cediendo los mandos del país este domingo, tras una década en el poder. Sin embargo, Xi seguirá por tercer mandato consecutivo, tras afianzar en estos últimos diez años su poder dentro del partido y recuperar un culto a la personalidad que no se vivía desde Mao Zedong.

"Este Congreso tiene un valor histórico increíble", reconoce a 20minutos Mario López Areu, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Comillas, que recuerda que desde la era de Deng Xaoping, en la década de los 80, se estableció "una regla no escrita" que limitaba a dos mandatos a los presidentes chinos. Algo que Xi va a romper después de que en 2018 quitara ese límite. "Este Congreso muestra el nivel de poder al que ha llegado Xi Jinping como presidente. Se le compara con Mao porque ningún otro presidente ha tenido tanto poder en sus manos como lo ha tenido él".

Perpetuarse en el poder

Aunque se tiende a pensar que el Partido Comunista Chino es un ente monolítico donde todos sus miembros apoyan incondicionalmente a un líder, lo cierto es que dentro de sus filas existen diferentes corrientes y facciones que buscan hacerse con el liderazgo del partido. La información sale de las altas esferas chinas y, sobre todo, de lo que se discute en el Congreso Nacional del Partido Comunista Chino.

"Los principales grupos opuestos a Xi pueden llegar a verlo como un desafío y un problema, porque se está perdiendo el concepto de que es el partido como ente el que tiene que ir marcando el paso para China y no una sola persona", asegura desde Malasia a este medio Marta Nuevo, analista de El Orden Mundial especializada en Asia. Durante su mandato, Xi ha tratado de "deshacerse poco a poco de posibles opositores usando la excusa de la lucha contra la corrupción", dice Nuevo.

Esta visión del partido por encima de las personas que ideó Deng Xiaoping daba el poder no solo al presidente, sino también al politburó del partido, que es un comité selecto (que saldrá este domingo) compuesto normalmente por 7 personas. Este es el aparato de gobierno y el que toma las grandes decisiones de Estado. Por tanto, las miradas estarán puestas en quiénes acompañarán a Xi en la cúpula, lo que dará una visión del poder real que tiene. 

"Dentro del Politburó hay otra regla no escrita que dice que cualquier persona que tenga más de 68 años debe abandonarlo, para favorecer el cambio generacional", explica López Areu. "El propio Xi ya tiene 69, con lo cual no debería estar ahí, pero obviamente sabemos que se va a perpetuar".

"El actual primer ministro, Li Keqiang, que es el número dos ahora mismo del Gobierno chino, tiene 67 años. Es decir, que en principio podría mantenerse, pero es de una facción diferente a la de Xi, por lo que si desaparece esto indicaría que ha sido capaz de eliminar a sus propios rivales internos y controla verdaderamente todo el aparato del partido", apunta. Si este aparato cuenta con personas que no son afines al líder o de otras facciones y si hay alguno con edad suficiente para plantarle cara dentro de cinco años podría indicar que existe cierta oposición interna a Xi.

La larga sombra de Mao

Aunque Xi Jinping nació bajo el ala de la cúpula comunista imperante, pronto las desavenencias familiares le arrastraron hacia el ostracismo político. Su padre, Xi Zhongxun, tuvo un papel importante dentro del circulo político y de propaganda de Mao Zedong, pero en los años sesenta las desavenencias con el dictador chino y la Revolución Cultural provocaron que la familia de Xi fuera enviada a campos de trabajo forzosos. Hoy, más de medio siglo después, la propaganda china habla de un meteórico ascenso, que ha permitido que Xi sea medio siglo después el gran líder chino capaz de rivalizar con Mao.

"Todavía no se pueden poner en el mismo nivel, pero al pensamiento de Xi ya se le da una relevancia importante y se estudia en las escuelas",  señala la analista de EOM, que considera que "en los próximos años sí se equiparará".

Para el profesor López Areu, hay que tener en cuenta que ambos líderes han gobernado en dos momentos diferentes de la historia, y que "no podemos hablar de políticas similares, porque Xi es un líder moderno". En las últimas décadas, China ha buscado reformar la economía y crecer y los líderes del gigante asiático "eran una suerte de tecnócratas" centrados en situar su economía entre las más importantes del mundo. Xi Jinping mantiene esa idea de que China siga creciendo, "pero le ha dado un giro más político e ideológico" a su mandato, "similar a lo que hacía Mao", expone.

Dentro del propio partido ha surgido cierto temor "a la vuelta al culto a la personalidad que ha resurgido, al estilo de lo que ocurrió con Mao", manifiesta el profesor de la Universidad Pontificia Comillas. Ese liderazgo colegiado que buscó Deng Xiaoping podría cambiar si el poder se prolonga en el tiempo en manos del actual presidente, ya que "ahora la imagen del partido es menos importante que la imagen de Xi como tal y eso también recuerda un poco esa concentración de poder en las manos de Mao en su momento, la perpetuación del líder".

Los desafíos a los que se enfrenta Xi

China, que ya es la segunda economía del mundo a base de imponer lo que han denominado como 'socialismo con características chinas', centra ahora sus políticas en el desarrollo doméstico a la vez que gana representación a nivel internacional, desplazando a Estados Unidos de la hegemonía como potencia global. "Desde que empezaron las sanciones a China y toda la guerra tecnológica con Estados Unidos, Xi lo que ha querido es depender menos del extranjero y más del producto nacional", asegura Marta Nuevo.

Uno de los principales desafíos que tiene Xi  es el económico, ya que, aunque China sigue creciendo, el ritmo está por debajo de los objetivos del Gobierno. "Se está dando este foco más a nivel nacional. En la mejor redistribución del crecimiento económico, una regulación más dura (sobre todo a grandes fortunas), una estricta lucha contra la corrupción con la mirada puesta en erradicar la pobreza total para 2049; ya que aseguran que la pobreza extrema ya la han erradicado", dice Nuevo.

Partiendo de que el Gobierno chino tiene un control político absoluto, internamente otro desafío de Xi será el descontento social derivado de la fatiga de la pandemia acrecentada por la política de COVID cero. Aunque en el discurso inaugural del Congreso lo reivindicó como buena medida, es innegable que ha provocado fuertes contestaciones sociales en varias ocasiones. 

Además, otra política considerada de carácter interno pero que genera tensiones en el exterior es la cuestión de Taiwán. Cada cierto tiempo esta isla que China reivindica provoca tensiones con Estados Unidos, que ha asegurado defender si China trata de hacerse con ella. "Es una cuestión muy sensible para para el nacionalismo chino", afirma López Areu, que considera que pese a los últimos episodios, "no cree que estemos a las puertas de un conflicto bélico".

Su relación con Rusia también trae de cabeza al Gobierno de Xi, que pese a su afianzamiento en el poder tampoco parece que vaya a querer involucrarse de manera más proactiva en la guerra. "China no va a querer involucrarse en el conflicto, porque aunque les venga bien que acabe la guerra, también, en cierta medida, les beneficia que Rusia se haya debilitado económicamente y se haya vuelto dependiente de China para vender sus materias primas", sostiene el profesor de Relaciones Internacionales.

A todos estos desafíos tendrá que enfrentarse un Xi que sorprendió en 2012 con su elección y que diez años después tiene más poder que nunca. Sus políticas miran a décadas vista y ya nadie duda de que pueda mantenerse al mando si así lo quiere. Xi sabe bien que por muy grande que sea su figura nadie se salva de perder el apoyo del partido. Como le pasó a su padre cuando Mao se sintió cuestionado tras la Gran Hambruna china y decidió hacer una purga interna. Este domingo su sombra seguirá alargándose y, con ella, el legado que quiere llevar a China a ser la primera potencia mundial. Cueste lo que le cueste.

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