Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Unos minutos inexplicables

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el desfile militar del día de la Hispanidad.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el desfile militar del día de la Hispanidad.
EUROPA PRESS
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el desfile militar del día de la Hispanidad.

No quiero creer que los minutos de retraso con que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibió al rey en el comienzo del desfile militar del 12 de Octubre, celebrado este miércoles por la mañana en Madrid, hayan sido intencionados. Seguramente ha habido motivos de descoordinación de los servicios de protocolo. Podría ser, aunque difícil de asumir. Pero los asistentes al acto y muchos de los millones de personas que lo vieron por televisión no van aceptar ni explicaciones ni justificaciones: fue un incidente irreparable y proclive a las suspicacias.

La actitud del presidente es más que probable que responda a otras razones tampoco disculpables: intentar librarse, al menos en parte, del enorme abucheo que estaba recibiendo desde que se había anunciado su presencia. Algo que seguramente estaría produciéndole un profundo desasosiego, -¿a quién no?-; pero, en lugar de intentar escaquearse, lo que debería haber hecho es reflexionar sobre las razones de semejante "pitada". Eran muchos millares de personas como para pensar que se trataba solo de opositores políticos que aprovechaban la ocasión para expresarle el rechazo.

Sánchez, en lugar de intentar escaquearse, tendría que haber sido consciente de que lo que estaba sufriendo va incluido en el cargo y, como se dice vulgarmente, en su sueldo. Una de sus primeras obligaciones, además de ser respetuoso con el jefe del Estado que nos representa a todos, es gobernar, desde luego; pero también escuchar al pueblo, tanto si le elogia como, más aún incluso, si le expresa su rechazo. Vivimos en una democracia muy deseada y disfrutamos de una libertad que no puede discutirse. Quienes le silbaban tenían todo el derecho a hacerlo y él a escucharlos, por molesto que le resultase. Luego, tal vez, a extraer algunas conclusiones, pero eso ya es cuestión personal.

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