Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Nancy Pelosi, jugando con Tucídides

Nancy Pelosi en Taiwan.
Nancy Pelosi en Taiwan.
Taiwan Presidential Palace/dpa/EP
Nancy Pelosi en Taiwan.

La visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara del Congreso de los EUA, Nancy Pelosi, ha concluido sin que afortunadamente tengamos que lamentar un choque militar, pese a que Pekín advirtió a los norteamericanos de que estaban jugando con fuego. Para hacer visible su amenaza, el Gobierno de XI Jinping desplegó unas maniobras militares en el estrecho de Formosa con pruebas de misiles. Era poco probable que la tensión acabase en un enfrentamiento bélico porque ambas son potencias nucleares y el final hubiera sido la destrucción mutua, o sea, del mundo entero. Ha sucedido lo que el sentido común indicaba, pero la historia está repleta de hechos absurdos o improbables, y no podemos olvidar las enseñanzas del historiador y militar ateniense Tucídides, que en su impresionante obra Historia de la guerra del Peloponeso, advirtió de que cuando una potencia emergente desafía la hegemonía de la potencia dominante el conflicto militar está asegurado.

Desde hace años, China, que es la potencia emergente, está retando a los EUA, pero no en el terreno militar, sino en el económico, un escenario que Tucídides no contemplaba. Sin embargo, con la guerra de Ucrania se temió que Pekín pasara de la neutralidad a prestar apoyo directo a Rusia, abriendo un escenario de choque con Occidente. Ahora, la visita de Pelosi a Taiwán, en un momento mundial tan delicado, añadía una tensión innecesaria. El secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió este lunes que “la humanidad está solo a un error de cálculo de la aniquilación nuclear”. Desde 1979, EUA reconoce al Gobierno de Pekín como el único representante de China, y mantiene una relación ambigua con Taiwán, que desde 1971 dejó de ser para Naciones Unidas un estado soberano. El deseo de Pekín de reintegrar esa isla a China es uno de los propósitos reiterados del Partido Comunista en el poder desde 1949. La situación es compleja y delicada.

Es sabido que China, aunque de economía capitalista, es una dictadura, donde no hay libertad de expresión, se vulneran los derechos humanos, y que algunas minorías como la uigur (de religión musulmana) son víctimas de políticas particularmente represivas. La visita de Pelosi a Taiwán no agradaba al presidente Joe Biden, que intentó disuadirla, consciente del riesgo innecesario que implicaba ese viaje. La excusa para que China atacara Taiwán, por ejemplo. El gobierno de Pekín pasa por momentos de dificultad, la economía china no es tan boyante, la política de lucha contra el Covid ha sido contestada socialmente por la dureza de los confinamientos. Todos sabemos que las dictaduras necesitan enemigos exteriores y guerras para aplacar los problemas internos. No se puede descartar que China intente algún día apoderarse de Taiwán, obligando a los EUA a salir en su defensa. Aunque la razón democrática esté de parte de Pelosi, es insensato jugar con fuego e ignorar la lección de Tucídides. 

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