Diarios íntimos de grandes escritoras

  • 'Heridas abiertas', de Begoña Méndez, ofrece una mirada nueva sobre los escritos personales de grandes autoras. 
La escritora Susan Sontag.
La escritora Susan Sontag.
LYNN GILBERT
La escritora Susan Sontag.

"Aun en la pobreza y la oscuridad, merece la pena". La frase, que cierra el famoso ensayo de Virginia Woolf, Una habitación propia (1929), se refiere a la escritura. Un texto en el que la autora inglesa señalaba la necesidad de disponer de espacios y dineros propios si las mujeres querían dedicarse a la creación literaria. Sin embargo, como se lee al final del texto, incluso sin recursos, también la de Bloomsbury invita a una vida donde la escritura forme parte del día a día. Pero ¿de qué sirve escribir en la intimidad? ¿Qué beneficios conlleva una actividad literaria desarrollada en el anonimato?

Esta y otras respuestas las encontramos en Heridas abiertas (Wunderkammer), ensayo de Begoña Méndez que bucea en los diarios íntimos de diez escritoras: Santa Teresa, Soledad Acosta, Zenobia Camprubí, Teresa Wilms Montt, Lily Íñiguez, Marga Gil Roësset, Idea Vilariño, Susan Sontag, Alejandra Pizarnik y Mariana Eva Pérez. Una selección personal de Méndez pero que al mismo tiempo responde a rasgos comunes: "Los diarios femeninos son fascinantes porque revelan los modos en que las mujeres han hecho de la literatura un dispositivo para la reconstrucción de las identidades y la restitución de sus vidas, un artefacto secreto donde fracturarse, alumbrar monstruos y sangrar verdades", escribe la autora.

En esa búsqueda del auténtico yo a través de cuadernos personales, la intuición y la experiencia quedan aprehendidas mediante la palabra. De ello dejaba constancia en Diario íntimo la bogotana Soledad Acosta Kemble (1833-1913): "He mejorado mucho desde que empecé a escribir lo que pienso. Así no solamente se aprende a escribir con claridad y precisión, sino que pensando mucho se encuentran en el fondo de nuestra mente ideas que, aunque estaban allí, no se sabía que existían porque no había necesidad de que se mostraran antes".

Begoña Méndez.
Begoña Méndez.
ALEJANDRO MAESTRO

Teresa de Ávila: el control de la existencia

Varios de los diarios sobre los que escribe Méndez se originaron tras un mandato o sugerencia: Zenobia Camprubi o Lily Íñiguez (1902-1926), por ejemplo, comenzaron la escritura de sus cuadernos íntimos siguiendo los deseos de sus madres. En el caso de Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada (1515-1582) la petición provino de los padres de la Iglesia, quienes querían juzgar si las visiones y el éxtasis de la santa provenían de Dios o, por el contrario, eran provocaciones del Demonio.

Fue así como comenzó la escritura de Libro de la Vida y aunque su principal objetivo fue desligar el placer místico de la sensualidad carnal, Teresa de Ávila consiguió una vuelta de tuerca inesperada al subvertir una situación de sometimiento y vigilancia en una de autoridad y poder, pues asimiló su obra, explica Méndez, al Libro de Ley que Cristo lleva en la mano izquierda durante el Juicio Final.

Un cuaderno que dictaba sentencia divina y en el que quedaban reflejadas las normas que rigen la vida humana. "En Libro de la Vida, Santa Teresa exhibió su propia verdad y tomó el control de su existencia. Convirtió la sumisión femenina en un ejercicio literario desbordado y feliz, agitado, atrevido y profundamente cautivador", escribe la autora de Heridas abiertas.

Soledad Acosta.
Soledad Acosta.
WIKIMEDIA COMMONS

Idea Vilariño y Alejandra Pizarnik: literatura y vida

Las dos poetas rioplatenses pusieron su vida al servicio de la escritura. "Mi vida real no existe: es literatura", escribió la poeta argentina Alejandra Pizarnik (1936-1972). Para ambas escritoras, señala Méndez, los diarios fueron espacios en los que emergieron sus particulares universos poéticos. "La literatura fue en ellas emanación de vida, pero también obstinación por aprehender lo bello".

Comenzaron sus cuadernos personales con 16 y 15 años, respectivamente, y en ellos pudieron trazar la geografía de sus propias identidades. "Cae la tarde, sombras. Espejo. Quién me mira por esos ojos ardientes, consumidos, por qué ese brillo, esas ojeras de amor. Quién soy yo. Qué mujeres detrás de mí" se preguntaba Idea Vilariño (1920-2009). A pesar de tratarse de literatura íntima, las dos poetas dejaron instrucciones de que sus diarios fueran publicados post mortem, disolviendo así las fronteras entre lo público y lo privado, la literatura y la vida.

Susan Sontag: bajar las ideas al cuerpo

La escritora americana confiaba en la posibilidad de "rehacerse en libros". En los diarios de Susan Sontag (1933 - 2004) -Renacida, escrito entre los catorce y los treinta años; y La conciencia uncida a la carne, escritos entre los treinta y los cuarenta y siete años- se descubre una intimidad ambivalente, "entre su desamparo de niña y su pensamiento titánico, entre su indefensión emocional y su contundencia intelectual", señala Begoña Méndez. 

Y en esa fractura, Sontag se inventa una existencia alternativa que le permite huir de la existencia real, "como un territorio literario donde blindarse y hacerse fuerte", y defender su cuerpo violentado por el puritanismo familiar y social que la rodeaba; así como la tiranía de la madre, a quien adoraba, pero a la que al mismo tiempo consideraba "monstruosa". También por el rechazo autoimpuesto a su condición de lesbiana y el matrimonio con Philip Rieff como panacea contra los remordimientos. Una huida hacia delante que no fue tal sobre el papel, pues "dijo yo y comprendió que su piel era el testimonio sensible de sus vínculos con el mundo, que su pesar era el mismo dolor que el dolor de los demás, y que era fundamental decirlo", apunta Méndez.

Zenobia Cambrubí
Zenobia Cambrubí.
WIKIMEDIA COMMONS

Otros diarios

  • 'Diarios íntimos', de Teresa Wilms Montt (Pepitas editorial): "Este es mi diario. En sus páginas se esponja la ancha flor de la muerte diluyéndose en savia ultraterrena y abre el loto del amor, con la magia de una extraña pupila clara frente a los horizontes", escribió entre sus páginas la autora chilena.
  • 'Los diarios de la anguila', de Paula Bonet (Anagrama): Acercase a Los diarios de la anguila es como asistir a un taller de ficción en el que texto y pintura dialogan para establecer las bases de la novela también firmada por Bonet, La anguila. Lugares, personas, reflexiones que conforman la particular visión de la autora valenciana.
  • 'Diarios y cuadernos', de Patricia Highsmith (Anagrama): La gran dama del misterio fue muy celosa de su intimidad, pero en 1995 salieron a la luz sus cuadernos privados escritos a lo largo de seis décadas. En España habrá que esperar al 31 de agosto para poder adentrarse en el universo más personal de la autora de El talento de Mr. Ripley.
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