Cada vez que los ciudadanos acudimos a las urnas, tenemos la oportunidad de resolver incógnitas que pueden llevar tiempo sobrevolando nuestra vida política -tan intensa ella; demasiado-. El domingo, cuando se cuenten los votos de los andaluces, se podrán sacar conclusiones inmediatas. En el caso de que gane el PP, como auguran todos los sondeos, se podrá concluir que Andalucía ha dejado de ser el granero de votos del PSOE, al menos de momento.

Si, además, esa eventual victoria se produce con una cierta holgura frente a los socialistas, se podrá concluir que Pedro Sánchez tiene un problema electoral, porque ya no serían las primeras elecciones en las que su partido sufre un ‘reproche’ ciudadano. Desde que se conformó el Gobierno de coalición PSOE-Podemos en enero de 2020, los dos partidos solo han obtenido un buen resultado en las elecciones catalanas que se celebraron un año después, en febrero de 2021. Pero en Galicia, País Vasco, Madrid, y Castilla y León los partidos del Gobierno perdieron posiciones. Andalucía confirmará o romperá esa tendencia.

También extraeremos conclusiones sobre la deriva estrambótica y hasta extravagante por la que se desliza Vox en cada nuevo proceso electoral. Sus candidatos caen en la tentación del grito, en una predisposición crecientemente trumpista. Y resulta chocante que llegados a 2022, sabiendo lo que todos sabemos de Trump -incluido el asalto de los suyos al Capitolio-, todavía haya alguien que quiera seguir sus pasos tan desviados. Haberse traído a una representante del ultraderechista Fratelli d’Italia para dar un mitin es solo la constatación de un autorretrato. Y que aquello que se recuerde de la intervención de su candidata en el último debate sea discutir sobre la masturbación de los niños de diez años convierte en innecesario cualquier comentario que pudiera hacerse. Aun así, los sondeos nos adelantan la posibilidad de que Vox sea determinante para la formación de gobierno en Andalucía, como ya lo ha sido en Castilla y León y -menos- en Madrid.

Como contraste, posiciones moderadas como la de Ciudadanos tienden a desaparecer. El partido que se autodefine como centrista y liberal podría ser extraparlamentario o irrelevante -en el supuesto de que consiga solo uno o dos escaños- a partir del lunes, después de haber compartido Gobierno con el PP durante la legislatura que ahora termina. Es interesante el dato de los sondeos según el cual los votantes de Ciudadanos huyen mayoritariamente al PP, parcialmente a Vox, algunos a la abstención y apenas ninguno al PSOE. ¿Cuánto se ha alejado Pedro Sánchez del centro político para no rescatar a un solo votante de Ciudadanos? La polarización se expande.