Menuda sociedad bonita se nos está quedando y qué mal tenemos algunos las cabecitas locas como consecuencia de nuestras regulares decisiones, de nuestras obsesiones, de las redes sociales y del FOMO.
Recuerdo cuando internet llegó a mi vida: era bastante pequeño pero en mi casa no siempre hubo conexión. Tardamos bastante. Cuando quería saber del mundo, de mis ídolos, de mis amigos… los recursos que tenía eran limitados: llamaba por teléfono al fijo de mis compis del cole (con permiso de mis padres y de los suyos), iba a un cibercafé con mi hermano para mandar zumbidos por Messenger, jugar online, leer portales y foros… cuando regresaba a casa: me moría de ganas por volver a conectarme.
Fear Of Missing Out: Temor a perderse algo. Eso significa FOMO, y creo que tengo un poquito. Aunque yo estoy hablando muy a la ligera de este término no tan novedoso pero sí tan presente en nuestro día a día, lo del FOMO, como todo lo relacionado con la salud mental, es para vigilarlo con mimo.
Hace unas semanas criticaba los elevados precios de las entradas de Eurovisión y ayer acabé comprando dos porque no me perdonaría perderme la mejor clasificación de España en años.
Como periodista, curioso (y también cotilla), siempre me ha gustado estar presente en todas las salsas, nunca he querido perderme nada, he deseado saber de todo y hacer todos los planes posibles pero… ¿soy capaz de diferenciar cuándo esto puede ser perjudicial? ¿Hay drama si me pierdo algún plan?
Estar conectados, informados y bien relacionados es muy importante, pero ¿nos compensa andar todo el día con la lengua fuera? ¿Es necesario dejar el móvil encendido por las noches? ¿Qué pasa si nos perdemos la última entrevista que ha concedido nuestra artista favorita? Yo tengo un poco de FOMO. ¿Tú? ¿Tienes FOMO?
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