Anna Frajlich y la poesía del exilio

  • Una ola antisemita obligó a la escritora de origen judío a abandonar Polonia a finales de los años 60. 
  • El libro 'El tiempo no es un collar de perlas' (Sibirana ediciones) ofrece un viaje por su memoria.
La escritora Anna Frajlich.
La escritora Anna Frajlich.
SIBIRANA
La escritora Anna Frajlich.

No le gusta hablar de emigración, sino de exilio. Fue expulsada de su tierra tras la guerra de 1967 entre Israel y la coalición árabe. Dejó su país junto con su marido y su hijo pequeño, del mismo modo que sus padres debieron salir de Lvov y partir hacia Kirguistán, donde nació Anna Frajlich, huyendo de los nazis. 

El éxodo marca la vida y la obra de la poeta. Es en Nueva York donde reside desde hace más de 30 años, ciudad en la que ha desarrollado su carrera profesional como profesora titular de lengua y literatura polacas en la Universidad de Columbia, y su trayectoria como autora de nueve libros de poemas.

La poesía como refugio

El tiempo no es un collar de perlas (Sibirana, 2021) es una selección a modo de retrato poético de Anna Frajlich. Antología en la que encuentran eco la ruptura con su país, el desarraigo y la alineación que traen consigo el éxodo, la creación de una segunda patria en EE UU o el compromiso ideológico con el Holocausto y la Guerra Fría. 

"Este libro representa varias décadas de mis escritos", declara la poeta a 20 minutos. "Es una selección realizada por Elżbieta Bortkiewicz en la que el lector encontrará poemas originariamente escritos en polaco, mi lengua materna, sobre el dolor del exilio y los medios de adaptación a un nuevo lugar, poemas sobre Szczecin (Polonia), la ciudad de mi infancia, y sobre Nueva York, mi último hogar". 

Otros temas universales como la erótica, la imagen del cuerpo, la identidad, los viajes, las expectativas o la memoria tienen cabida entre sus versos. "Escribo sobre mis experiencias profundas, dolorosas y alegres. Escribir poesía no es solo escribir, sino también enfrentarse a la vida, y a menudo encontrar la salvación. Y no es solo escribir poesía, sino también leerla. Al fin y al cabo, la poesía es arte. Un modo de transmisión superior". 

En cuanto al significado del título, la autora encuentra en las perlas "una conexión poética entre el dolor y la belleza". Ambos atraviesan todo el poemario

El lenguaje propio del arte

Braque, Renoir, Georgia O'Keeffe, Mozart, Rembrandt, Goethe, Munch… grandes artistas inspiran muchos de sus poemas. La música, la pintura, la escultura o la propia literatura se entrelazan entre los versos con su propia experiencia. "El arte, como la poesía, es un lenguaje especial para expresar los pensamientos, los sentimientos, las pasiones, el dolor, la angustia y las penas", comparte la escritora. 

"Escuchando un concierto, de repente descubro que expresa algo que siento o recuerdo o anhelo. A veces vuelvo del concierto y de repente la naturaleza me traduce la música que he estado escuchando. Es una especie de conversación metafísica. Y si miro un cuadro puedo encontrar en él mi propio momento de la misma experiencia, la ruptura. Puede ser a partir del erotismo de una pintura de Renoir o de las frutas en Cézanne".

Una vida que es casa

Muchos de los poemas de Anna Frajlich reflejan los sueños de retorno a su hogar, dibujado por el paso del tiempo como el paraíso perdido. Verbos, Paisaje de la memoria o El sótano, las manzanas y los poetas son algunos ejemplos. "La palabra exiliada define mejor mi situación que la de emigrante", declara al respecto. Condición sobre la que ha reflexionado a lo largo de las tres últimas décadas. 

Un reflejo de esa reconstrucción identitaria lo encontramos en Hay que tener un prado, poema sobre la necesidad de adaptarse; No me olvides, acerca de lo difícil que es olvidar, o Sin dirección, respecto al dolor que provoca la falta de hogar.

"Sin embargo, he dedicado gran parte de mis escritos, tanto en poesía como en prosa, a superar el ‘complejo de la migración’. Uno de los más importantes es Aquí estoy, en el que hablo del significado de un lugar, no tanto geográfico, sino el existencial. Sea lo que sea lo que signifique: mi lugar está en mi vida", explica Frajlich.

Nueva York: barco y puerto

"Nueva York me fascina", confiesa. "Aunque no ocurrió de forma instantánea. Durante mucho tiempo me pregunté qué era mío y qué era ajeno. Dudas que en su momento reflejé en el poema titulado Sin dirección. Llegamos a Nueva York el 30 de junio de 1970. 31 años después escribí un poema en el que aceptaba de forma absoluta que esta ciudad se había convertido para mí en el barco y el puerto, Nueva York. Fue entonces cuando me di cuenta de que nunca podría haber logrado en ningún otro lugar lo que he conseguido aquí". 

Recientemente jubilada, la escritora pasa sus días en la Gran Manzana, desde donde viaja a distintos países, entre ellos España, para participar en conferencias o lecturas poéticas.

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