Los ocho danzadores de Anguiano (La Rioja) han bajado un año más la empinada y empedrada cuesta del pueblo encaramados a unos zancos de madera de haya medio metro de altura, mientras giraban sobre sí mismos en un colorista espectáculo.
Cientos de personas se han congregado en los laterales de la
fiesta de Interés Turístico Nacional en 1970.
La del martes fue la primera de las cinco bajadas que se realizan durante las
fiestas patronales en honor a la Virgen de la Magdalena, que han comenzado con un pasacalles de los danzadores y gaiteros por las calles del pueblo.
La espectacular danza ha sido representada por jóvenes del municipio con edades de entre 16 y 26 años, todos veteranos. Los danzadores novatos suelen aprovechar para estrenarse en el último de los descensos de las fiestas mayores de esta
localidad de 550 habitantes, famosa también por la calidad de sus caparrones (alubias negras).
Los zancos son tallados por una carpintería de Nájera, que utiliza madera de haya, porque es un material limpio, sin nudos, que evita que se rajen y se produzcan caídas, ha detallado el alcalde.
Esta tradición se remonta al
año 1603, cuando apareció el documento escrito más antiguo, aunque algunos antropólogos datan el baile de la época celta o precristiana.
Antes de cada descenso, se desarrolla un ritual en el que
los danzadores más experimentados ayudan a los jóvenes a atarse los zancos con cuerdas a las piernas.
Los ocho van ataviados con una
camisa blanca, un chaleco de
bandas horizontales (azul, roja, rosa, verde, amarilla y marrón), con un
pantalón negro rematado en la rodilla con una cinta de color. Pero lo más espectacular de la vestimenta de los danzadores es la
amplia falda amarilla, que se ahueca como una campana y les da estabilidad mientras giran cuesta abajo.
El conjunto festivo se completa con una
faja azul, unas medias blancas, unas
alpargatas de esparto y unas
castañuelas de madera de boj, que los danzantes hacen sonar mientras bailan.
La
imagen de la Virgen de la Magdalena se traslada en mayo desde su ermita hasta la iglesia de San Andrés, donde permanece hasta el último sábado de septiembre, durante las fiestas de Gracia, cuando los danzadores también bajan la cuesta y después acompañan a su patrona hasta el templo.
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