Rodrigo Cortés: "Algunos escriben historias a la caza de un productor que las adapte, ahí no suele haber literatura"

  • El popular director ha publicado la novela 'Los años extraordinarios', que ya va por su cuarta edición.
  • Cortés ha dirigido filmes como 'Buried' y 'Luces rojas' y forma parte del exitoso pódcast 'Todopoderosos'.
Rodrigo Cortés posa con su libro 'Los años extraordinarios'.
Rodrigo Cortés posa con su libro 'Los años extraordinarios'.
J.P. Gandul / EFE
Rodrigo Cortés posa con su libro 'Los años extraordinarios'.

El cineasta Rodrigo Cortés, director de películas como Concursante, Buried y Luces rojas, vuelve a demostrar su amor por la escritura en Los años extraordinarios, una ucronía protagonizada por un tipo que vive en un universo surrealista carente de lógica en el que los coches funcionan con el pensamiento, Salamanca consigue tener playa y la Guerra Civil española fue una lucha de todo el país contra los alicantinos.

Se ha hablado de su libro usando muchas referencias: Jonathan Swift, Valle-Inclán, Roald Dahl... con una portada como de Dalí dibujando a Alicia. ¿Cómo lo definiría usted? No cometería la imprudencia de tratar de definir el libro, entre otras cosas porque es una obra multiforme de manera decidida. Y es cierto que la portada captura precisamente el estado de asombro que a menudo embarga al lector cuando se enfrenta a él.

Cuando se mencionan tantas referencias es posiblemente porque se trata de capturar algo que es difícil de capturar. Y ninguna de esas referencias es consciente, desde luego no me levantaba cada mañana buscando a quién robar ese día. Por otro lado, todos somos lo que comemos y de aquello de lo que nos nutrimos acaba vertiéndose en la página.

¿Cuál diría que es la sinopsis? Son unas falsas memorias que cruzan prácticamente todo el siglo XX, con un personaje entre atónito e indiferente que de algún modo no hace otra cosa que andar a lo largo de más de 70 años cruzándose con toda una serie de personajes asombrosos sin aprender apenas nada de ellos.

El libro destila humor mientras que sus películas son mucho más intensas, ¿cada medio le sirve para expresar una parte diferente de su personalidad? No, ha sucedido de forma natural y no planificada. Por ejemplo, todos mis cortometrajes han sido siempre comedias. Pero incluso las películas más intensas creo que están llenas de humor. 

Hay que diferencia el humor de la comedia, el humor es una mirada y es una distancia que huye de lo solemne y que destroza lo sagrado. En cierto sentido, Buried sería una comedia sobre alguien que trata de cambiar de compañía telefónica y Concursante es una gran tragicomedia sobre el sistema financiero. Ninguna de ellas es comedia propiamente, claro.

Y, de forma natural, ha surgido por otro lado en esta novela ese humor que lo tiñe todo pero que no busca un efecto cómico. Yo a veces me sorprendo cuando muchos lectores me dicen cómo se han reído sin parar o cómo han despertado a su pareja por la noche con una carcajada fuera de tiempo, y es entonces cuando recuerdo que era divertido porque no buscas conscientemente el efecto de la risa, sino que responde a una mirada de las cosas, a un sentido de la paradoja, a una ironía en la forma de procesar el mundo, y cuando ves el resultado eres casi el primer sorprendido al darte cuenta de que lo que te hace gracia le hace gracia a otros.

¿Puede que el humor ayude a aliviar el clima de crispación que llevamos viviendo ya meses? Yo creo que la gente no está enfadada, están enfadados los opinadores y los políticos, y tratan de imponernos esa mirada solemne, esas verdades definitivas sobre las cosas y ese sobreentrenamiento en la ofensa, ese analizar el discurso del otro, considerando que si pones suficiente de tu parte posiblemente logres enfadarte encontrando algo que te ofenda.

Si pones suficiente de tu parte posiblemente logres enfadarte encontrando algo que te ofenda

Pero la gente no, creo que la vida real es infinitamente más natural y sana que todo eso. Todo aquello de lo que nos quejamos porque no se puede decir en un estado totalitario de corrección política sí se puede decir, y lo dice todo el mundo. Y la gente hace chistes: hace chistes sexistas y chistes racistas… Con tal de que los haga con gente que conozca sus códigos y que sepan quién es cada uno... Las conversaciones de Whatsapp serían impublicables en todos los casos sin excepciones, porque las hace gente entre ellos, en territorio seguro, con códigos que conocen. Ya saben que no están diciendo eso en serio, ya saben cómo es su amigo de verdad, cómo es su hermano, por lo tanto todo es absolutamente normal, aunque cuando alguien llega a la tele y le ponen un micro y empieza el debate, ya sepa todas las cosas que no debería decir para evitar acabar devorado por la jauría.

¿Cómo de diferente es afrontar un libro y afrontar una película? Son lenguajes muy distintos por muchas razones. Para empezar, al escribir cine no tienes más remedio que pensar en lo posible en términos estratégicos. En una novela, tú puedes hablar de batallas de ejércitos de orcos y es igual de barato que escribir un tiesto con una flor, presupuestariamente cuesta lo mismo, que es el precio en tinta. En cine no. Pero, además, son lenguajes muy, muy diferentes. 

En el cine el personaje se define a través de la acción, de aquello que hace y de las decisiones que toma mucho más que a través de cómo se expresa y, desde luego, de cómo se piensa a sí mismo. La literatura, en cambio, es más el arte de la introspección, de la evocación. El personaje se reflexiona, se piensa, todo se filtra a través de su mirada y es mucho más importante cómo se describe lo que sucede que lo que sucede: la música, la sensorialidad del lenguaje... 

Tienes que comprender que estás trabajando en divisiones distintas. De hecho, hay novelistas narrativos que en el fondo practican algo así como la falsa película encuadernada, y te das cuenta de que están escribiendo historias a la caza de un productor que las adapte, y ahí generalmente no hay literatura. Y puede ser estupendo, puede tener mucha calidad, pero digamos que no hay literatura en ese sentido evocador.

La literatura está menos aquejada de los corsés de la corrección política porque para enfadarte con un libro tienes que leértelo, y eso en sí mismo es una criba

¿Se imagina una adaptación cinematográfica de Los años extraordinarios? No es posible, porque no tiene estructura propiamente. Además, hablamos de más de 70 años de vida de alguien, esto ya son no sé si 5 o 6 actores para empezar, en varios continentes, cruzando el desierto, el manglar, la bruma, dos Parises diferentes, hay coches voladores… En fin, solo lo podrías hacer con una serie millonaria a la que no le molestara no tener demasiada audiencia (ríe). 

Ahora, si viniera un productor descerebrado y con una enfermedad terminal pero muchísimo dinero y con ganas de hacer un último acto insensato y me dijera ‘¿te gustaría adaptar a tu manera a lo largo de diez capítulos con libertad absoluta esto?’, seguro que me lo planteaba como un desafío.

¿La literatura se ha convertido en un lugar seguro en tiempos de pandemia? Es verdad que, incluso en términos de negocio, económicos, el sector editorial apenas ha notado la pandemia. Hay una explicación perezosa y fácil que es porque en casa podías seguir leyendo, y es verdad. Pero desconozco si esa es la causa, pero lo que sí que creo es que la literatura está menos aquejada de los corsés de la corrección política, estrictamente porque para enfadarte con un libro tienes que leértelo, y eso en sí mismo es una criba.

¿Cómo ha llevado usted este año y medio de Covid? He estado bien y es algo de lo que sientes casi pudor a la hora de decirlo en voz alta, porque están pasando cosas terribles alrededor, pero los primeros meses para mí fueron sobre todo meses en los que pude dormir por primera vez en muchos años. Llevaba mucho tiempo, y ya he vuelto a ello, durmiendo cuatro o cinco horas al día, y por primera vez en mucho tiempo logré dormir 7 horas.

Esta no es una novela de pandemia, imagino que se han escrito demasiadas novelas de pandemia, que hay una saturación del mercado: todo el mundo hablando de lo mismo a la vez sin la distancia suficiente para aportar ni siquiera una mirada reflexiva al respecto.

Pero yo me puse a rodar inmediatamente, nuestro sector se puso en marcha relativamente rápido con unas medidas de protección que ni siquiera son habituales en otros sectores. He rodado hace poco un regreso de las Historias para no dormir, una historia con un triángulo maravilloso formado por Eduard Fernández, Nathalie Poza y Raúl Arévalo. Nos hacíamos antígenos todos los lunes todo el equipo, se rodaba con todas las medidas de protección… En fin, medidas que no se le aplicaban a los farmacéuticos o a los profesores.

Hay algo imbatible en la liturgia de ir al cine: en el salir de casa, encerrarte en una capilla, tapar las vidrieras y que el mundo se apague durante dos horas

¿Y no le ha picado el gusanillo de hacer más televisión? Hay una parte que no distingo entre televisión y cine en el sentido de que todo sucede en un rectángulo. Durante mucho tiempo no he estado interesado en la televisión, no tanto por el formato sino por la ausencia de control. Las productoras hacían prácticamente un servicio de service a la cadena y las series tenían que ser absolutamente generalistas, se extendían en el tiempo cada capítulo mucho más allá de lo aconsejable para cruzar de cabo a rabo el prime time... En fin, condiciones que hacían mucho más difícil aplicar una mirada personal y garantizar una calidad esencial. 

Ahora evidentemente suceden cosas distintas, ahora las plataformas permiten otras maneras de narrar cosas, pero para mí lo esencial siempre es hacerlo desde el control creativo, eso es lo fundamental, no si es cine o televisión. Por lo tanto, sí haría una miniserie… y admiro mucho lo que ha hecho Sorrentino con El joven papa, que es echarse a la espalda diez capítulos, escribirlos, dirigirlos y convertirlos en una gran obra suya.

Dicho esto, creo que hay algo imbatible en la liturgia de ir al cine, no ya en el formato, en la extensión, sino en la liturgia: en el salir de casa, tomar una decisión, encerrarte en una capilla, tapar las vidrieras, que el mundo se apague durante dos horas y, solo después, salir de nuevo al exterior y continuar la marcha.

¿Usted ha seguido yendo al cine todos estos meses? He seguido yendo con todas las medidas, a veces con dos mascarillas, en cines en los que me aseguraba de que hubiera buena ventilación y en sesiones poco concurridas, lo cual lamentablemente era la norma. Pero el ritmo habitual de dos o tres películas a la semana, que es el que suelo mantener, no, no lo he mantenido durante la pandemia.

Apenas había estrenos... Claro, es que no los había, estrenar una película era quemarla, era malbaratarla, es normal.

Aparte de escribir y hacer cine, también pinta, ha hecho música... Bueno, yo nunca me acusaría a mí mismo de ello.

Es que suena muy a hombre del Renacimiento. No, no, eso Leonardo. Creo que, por ejemplo, el término ‘genio’ que hemos aplicado a mucha gente debería usarse con muchísimo cuidado habiendo existido Leonardo, porque eso es lo que define a un genio, eso es un hombre del Renacimiento, cuando son matemáticos y pintores y poetas y tienen una mirada inexplicable del planeta Tierra. Otra cosa es que te asegures de no hacer en público las cosas que haces mal, y entonces das la impresión de que lo haces todo bien porque solo haces lo que sabes hacer.

Otra parte importante de su vida son los podcast, Todopoderosos y Aquí hay dragones, ¿se lo pasan en ellos tan bien como parece? La respuesta breve es ‘sí’. Es una de las experiencias profesionales más satisfactorias que he tenido nunca, y es genuino, no puede impostarse. En la radio es habitual, cuando hay varias personas hablando a la vez, que haya pequeños codazos invisibles, que alguien espere a que el otro acabe por fin de hablar para decir lo que quería decir... Eso no sucede en Todopoderosos ni en Aquí hay dragones

Para mí es casi emocionante la ceremonia de generosidad que hay en cada programa. Uno ve por dónde va el chiste y el otro le coloca la pelota para que pueda rematarlo, otro ve que alguien quiere explicar algo y se hace el tonto para poder hacer preguntas que le den la oportunidad al otro de explicárselas, aunque él conozca las respuestas, para que eso funcione y eso fluya. Hay una química que es inexplicable y que es irrepetible y que no es planificablee.

El pódcast una de las experiencias profesionales más satisfactorias que he tenido nunca, y es genuino

Se nota esa compenetración entre todos... Claro, no hay cuatro personas simplemente delante de un micro, tengo compañeros con un sentido de la intuición, narrativo y de la comedia de elevadísimo nivel, y eso hace que allí se produzca un juego en el que Javier recibe un estímulo y lo devuelve con efecto, que Arturo coordine y esté atento a todas las necesidades de todo el mundo para anticiparlas y mostrar falsa ignorancia constantemente para generar un efecto cómic... El papel fundamental de Juan es no tener ninguna gracia, que es lo que lo hace absolutamente insustituible, podríamos faltar cualquiera del programa pero nunca él porque no sabríamos qué decir, y siempre tiene esas cosas interesantes que solamente él puede aportar. En fin, cada uno tenemos nuestro papel que nadie nos ha asignado, que ha sucedido de forma natural. 

Cuando llegamos a Todopoderosos no hay guion, no hay escaleta. Nadie sabe lo que sabe el otro, nadie sabe qué va a contar el otro, nadie sabe si alguien se ha preparado o no se ha preparado o no se ha preparado. “Bienvenidos a Todopoderosos”, eso es lo que dice Arturo y a partir de ahí es cuando empiezan a pasar cosas.

¿No le hacen un poco de bullying a Juan Gómez-Jurado? Con Juan sucede algo maravilloso. Cuando alguien te manda un tuit de ‘os estáis pasando mucho con Juan’ sabes que es un recién llegado al programa, tres programas después suele decir ‘poco le dáis’. Y Juan tiene la generosidad de asumir ese papel ingrato que por otro lado es gratísimo porque hace que todos estemos hablando de él constantemente y tiene a media España defendiéndole. Por eso digo que todo es un acto de generosidad, y eso incluye a Juan, que es una de las personas más generosas que conozco.

Si se cruza ante mí la posibilidad de hacer algo y siento que sé exactamente cómo hay que hacerlo, no lo hago. Si siento que podría ser mala idea, ahí presto atención

¿Le ha invitado Javier Cansado alguna vez a una de sus partidas de wargames? Ojalá supiera de qué me habla. Sí, pero siempre he encontrado una excusa plausible para no enfrentarme a ninguna guerra púnica.

¿Qué le queda por hacer? Espero que películas muy diferentes entre sí y cosas que me den miedo, porque es uno de los estímulos que uso a la hora de elegir el siguiente paso, algo que sienta que no controlo del todo y de lo que no esté seguro de salir vivo. Si se cruza ante mí la posibilidad de hacer algo y siento que sé exactamente cómo hay que hacerlo, que no hay ninguna incertidumbre al respecto, no lo hago. Si siento que podría ser mala idea, entonces presto atención.

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