El 2 de febrero de 2009, con un aspecto low cost y un horrible filtro de difuminado del que el propio programa se ha burlado durante más de una década, veía la luz en Estados Unidos la primera temporada de RuPaul’s Drag Race, un talent show que ponía a competir a drag queens en pruebas de lo más diversas para hallar a la gran reina.
Doce años después, el programa acumula 19 premios Emmy –de los 39 a los que ha estado nominado–, ha contado con invitados de la talla de Miley Cyrus, Lady Gaga, Ricky Martin o La Toya Jackson, se ha adaptado a países como Reino Unido, Canadá, Tailandia, Chile y Países Bajos (y dentro de poco Australia y también España) y se ha convertido en el mayor show LGTB de la industria del entretenimiento, no solo por sus numerosas producciones televisivas, sino por sus espectáculos en vivo, incluido un show permanente en Las Vegas.
Pero, ¿cuál es la clave de este éxito tan arrollador? El primero está claro, el propio RuPaul. De orígenes humildes y con formación en artes escénicas, su carisma y sentido del espectáculo lo alzaron como una estrella con gran presencia en la televisión estadounidense (tuvo un programa de entrevistas, salió en Sabrina, cosas de brujas, en Ugly Betty...) y también en las listas musicales: ha publicado 13 álbumes de estudio en los que se incluyen canciones de éxito internacional como Supermodel of the World, Champion, Glamazon o Born Naked. Estos y otros temas han servido de icónica banda sonora para RuPaul’s Drag Race y se han convertido en el complemento perfecto a la figura de RuPaul y su alter ego drag como estelares –y estilosos y cómicos– maestros de ceremonias.
Sin embargo, de poco serviría la imponente presencia de mamá Ru si el programa no tuviese sus propias virtudes. La principal es su complejidad como programa de talentos multidisciplinar que busca, como diría Paquita Salas, a la artista 360. Las drags deben enfrentarse a retos de diseño, costura, baile, canto, interpretación, improvisación, desfile... Todo ello sustentado siempre sobre dos pilares: el sentido de la moda y el humor, muchísimo humor.
DIEZ REINAS 'MADE IN SPAIN'
A este planteamiento se suma una parte de reality. Con el paso de las semanas, los espectadores van conociendo más detalles sobre esas personas que se esconden tras las ostentosas pelucas y las capas de maquillaje. Además, el propio desarrollo del concurso genera dramas y comedias entre las participantes y despierta filias y fobias.
El resultado no dista mucho de cualquier adictiva serie de televisión con decenas de capítulos. Hay maravillosas heroínas, carismáticas villanas, giros de guion, momentos de gran emotividad e historias que casi podrían considerarse arcos argumentales. Temporada tras temporada, Rupaul’s Drag Race ha ido generando su propia mitología: personajes, muletillas, tradiciones, bromas recurrentes... que llevan deleitando a sus seguidores durante 13 temporadas regulares, 5 All Stars (que ponen a competir a algunas de las drags más icónicas del concurso) y varios especiales (navideños, de famosos...).
La gran repercusión del programa ha permitido el despegue de celebrities como Shangela (que apareció en Ha nacido una estrella), Bianca del Rio (protagonista de dos películas de Netflix), Violet Chachki (desfiló en la Semana de la Moda de Milán)... Está por ver si la versión española consigue una repercusión similar y logra convertirse en cantera de artistas.
Las pruebas más icónicas
La pasarela. Presente en todos los programas, este es el momento en el que las reinas demuestran su sentido de la moda, su originalidad, su gracia desfilando y, a veces, su habilidad en diseño y costura.
La biblioteca está abierta. Como dice RuPaul, "leer es fun-da-men-tal", y aquí las concursantes se ponen las gafas para leerle la cartilla sin pudor a sus compañeras. La que ataca (verbalmente) con más gracia gana.
'Lip sync for your life'. Al final de cada programa, las nominadas se enfrentan en una batalla de playback. La sincronización de los labios es importante, pero el baile, las acrobacias y el humor también suman.
‘Roast’. Como la prueba de la biblioteca, pero más intensa: se elige una víctima y cada reina prepara un brindis cómico, un monólogo en el que se insulta con bromas (despiadadas) al ‘homenajeado’.
‘Snatch Game’. La prueba estrella del programa. Cada reina se transforma en algún personaje famoso y participa en un concurso absurdo donde lucir su talento interpretativo y capacidad de improvisación.
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