"¿Otra vez van a hacer obras?". Los vecinos de Lavapiés dicen haber vivido ya muchas reformas en el barrio en los últimos años. Pese a ello, abrazan el nuevo proyecto municipal que adelantó 20minutos y que tiene por objeto revitalizar toda la zona de Embajadores y acabar, así, con la imagen negativa del barrio.
Unos creen que dará seguridad para los viandantes; otros hablan de la mejora en la calidad que traerá la plantación de nuevos árboles... al fin y al cabo "cambiar el mobiliario urbano siempre es positivo", concluye la mayoría. Eso sí, todos coinciden en la misma exigencia: que el Ayuntamiento se comprometa a revisar las obras con posterioridad porque "cada dos años hay que volver a hacer las calles". Y de ahí la ironía: "Los adoquines romanos duraban más...".
Almudena es vecina y también comerciante de la zona. Vive en Ave María, que será reformada a partir de 2022, y trabaja en San Eugenio, donde las obras arrancarán este mismo verano. Como empresaria dice no afectarle pues "mis clientes son fijos". Pero como vecina muestra una preocupación: "No puedo usar las calles porque hay demasiadas mesas usando la vía pública". Almudena teme que la ampliación de las aceras acabe por beneficiar a las terrazas y no a los viandantes. "Los proyectos se hacen pensando en el turista no en los vecinos". No obstante, admite que todo lo que sean mejoras le parece "bien". En cuanto a las obras, augura "muchas molestias...pero el beneficio es mayor", concluye.
La calle en la que trabaja Almudena desemboca en Santa Isabel. A unos pocos metros se divisa un paso de peatones. David cruza por este. Tiene 56 años y lleva media vida en el barrio. "Todos los veranos tenemos obras... un año más de neumáticos y martillos en lugar de tranquilidad". En realidad a David no le trastocan tanto los ruidos que general las obras como el resultado de las mismas. "Los adoquinados que hacían los romanos duraban más, siglos, y ahora cada dos años hay que volver a hacer las calles".
La fase cero del proyecto incluye la renovación de aceras y calzadas de las calles San Eugenio, Marqués de Toca, Santa Inés y San Ildefonso. En esta última se encuentra César: "Acabo de firmar mi nuevo piso". Para el recién propietario la reforma de la calle es toda una ventaja. "Quedará bien porque faltan árboles en esta zona". Además, "cuanto más cuidado lo dejen, más cuidado tendrán los vecinos".
Para César "faltan árboles" y para Marta, "más seguridad". Esta profesora de primaria advierte de que las salidas y las entradas al colegio en el que imparte no son seguras y se necesitan aceras más anchas. "Hay mañanas en que están llenas de basura y vendría bien más espacio". De hecho "la policía viene muchas veces para controlar el tráfico".
El hostelero José Luis continúa viviendo "al límite". La pandemia aún azota fuerte sobre la caja de su cervecería Santa Isabel. Como madrileño reconoce que "el proyecto atraerá clientes en futuro, pero ahora... no es momento de gastar dinero en esto...". José Luis opina que el Ayuntamiento "podría esperarse" y, en lugar de reformas de calles, "que nos den ayudas directas".
María Teresa acude todos los días al puesto de la ONCE anclado frente al bar. "A veces tengo dificultades para llegar aquí", cuenta. Las cuestas y las calzadas mal asaltadas le complican aún más la movilidad. Muchos de sus tropiezos se deben a que "las motos están mal aparcadas" o a que "el bordillo es muy alto". Por eso- dice- "agradezco que bajen el bordillo".
La remodelación, además de incluir la adecuación de la calzada y las aceras del entorno de Santa Isabel y Ave María a la calle de la Fe y esta hasta su intersección con San Cosme y San Damián, busca revitalizar las emblemáticas plazas del centro: Ministeres, Cascorro y Tirso de Molina. En esta última es donde comenzará el Ayuntamiento a actuar. Su objetivo para este 2021 es dar cobertura legal a los puestos de flores ubicados en esta la plaza. Los floristas acogen la noticia sin algún tipo de reclamo. Y es que llevan cuatro años esperando a ser legales. "No es culpa nuestra que nos hayamos metido en esta situación jurídica", explica Jorge, el florista de la segunda caseta de madera.
Las ocho casetas abrieron sus puertas en la época del exalcalde Alberto Ruiz-Gallardón quien vio en la venta de flores un lavado de imagen del barrio. "Estuvimos hasta 2017 creyendo que éramos legales", cuenta el florista al tiempo que atiende a una clienta. "Pagábamos a una empresa y esta se suponía que pagaba a su vez a Mercamadrid... pero no lo hacía". Fue entonces cuando los floristas recibieron su primera orden de desahucio. "La recurrimos porque nosotros no habíamos ocasionado eso". Fue ya en tiempos de la exalcaldesa Manuela Carmena quien les prometió una solución. Pero, lamenta, "no formalizó nada". Eso sí, consiguieron mantenerse en sus puestos.
Dos años después, con la llegada del Gobierno del actual alcalde José Luis Martínez-Almeida, volvieron a recibir una segunda orden de desahucio. "Ellos vieron este vacío legal y nos propusieron legalizarnos". Para pasar de esa alegalidad, les dieron seis meses para presentarse a concurso. Y así lo hicieron como asociación "para tener más fuerza". Pero, al no tener actividad financiera, no cumplieron los requisitos económicos. Ahora se presentan como empresa y el Ayuntamiento está estudiando una adjudicación directa.
"Para nosotros es una buena solución, porque hubo una temporada en la que nos decían que querían eliminar los puestos", explica Jorge. Este empresario ya no solo temía por su economía sino por los vecinos: "Habíamos forjado una vida de flores en Madrid y ya lo vemos como algo emblemático. Ya no es mi puesto, es de todos, es un símbolo de Madrid", cuenta con orgullo.
Elisa da fe de ello. "Llevó 55 años viviendo en esta zona y esto- dice indicando al puesto en el que acaba de comprar- da una vida tremenda. Además, da gusto: vienes un domingo, coges unas flores y te tomas unas cerveza", cuenta esta clienta habitual de Jorge.
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