Hay conductores que retiran a su antojo las vallas que no están reforzadas con hormigón o agua para acceder a las travesías. Los hay que simplemente se entretienen derribando los pivotes por la noche o que se amparan en la oscuridad para recolocarlos y así, a la mañana siguiente, marear a los automovilistas, siempre según los vecinos.
Otros vehículos cambian el sentido de la marcha en puntos prohibidos (a la altura de Peris Brell, por ejemplo) para acortar las tediosas rutas provisionales.
Un carril muy codiciado
En fin, que las obras en la avenida del Puerto han conseguido desesperar a los aproximadamente 40.000 conductores que cada día pasan por allí. Para añadir leña al fuego, los operarios sólo dejan libre un carril y medio por sentido, más el carril-bus.
Sin embargo, el vial previsto para los autobuses suele tener coches mal aparcados, por lo que los buses se pasan al único carril que queda libre, el cual, además, sufre el trasiego de los camiones que van a la obra.
Además del descontrol circulatorio, la portavoz vecinal de Ayora, Carmen Vila, critica la actuación del Ayuntamiento en lo que se refiere al baldeo de las calles.
«Somos conscientes de la suciedad que causan las obras, pero es inadmisible que, sabiéndolo, no rieguen para que no se levante la impresionante cantidad de polvo que sufrimos cada día», apostilla Carmen Vila.
Aparte del polvo, los vecinos también soportan los pivotes. Como les cierran el paso y les impiden cruzar la avenida del Puerto por donde quieren, también ellos los separan para abrirse paso y no dar largos rodeos.
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