Ernesto de Hannover, dispuesto a poner todo su patrimonio sobre la mesa para ganarle la batalla judicial a su hijo

Ernesto de Hannover, en 2009.
Ernesto de Hannover, en 2009.
API / Jessica Kassner / GTRES
Ernesto de Hannover, en 2009.

Nadie descubre América si dice que Ernesto de Hannover es un personaje cuya vida los últimos años se podría definir como truculenta. Sus excesos con el alcohol, su exilio voluntario, su matrimonio roto con Carolina de Mónaco (que sin embargo no se divorcia por un importante motivo) o sus disputas con sus hijos han sido la constante de su aparición en las noticias. Y, por supuesto, sus cuitas con la justicia.

En apenas un par de semanas, el aún cuñado de Alberto de Mónaco deberá, a petición de la Fiscalía austríaca, sentarse en el banquillo de los acusados por los disturbios que provocó el verano pasado, entre los que destaca un altercado con la Policía cargado con un bate de béisbol apenas una semana después de haber amenazado a varios agentes con un cuchillo (y habiendo ingresado entre medias en un hospital psiquiátrico).

Pero tal y como apuntan desde Vanitatis, y a pesar de que a sus recién cumplidos 67 años podría pasar tres años de prisión (como pide la acusación) por sus delitos de 2020, Ernesto de Hannover se ha propuesto hacer un más difícil todavía y enfrentarse paralelamente a otro juicio.

En este caso, contra su hijo mayor, Ernesto Augusto, a quien ha decidido demandar por haber violado "gravemente sus derechos e intereses legales" y con quien no mantiene una buena relación desde hace alrededor de cinco años, casualmente el número de millones que le reclama y que según el demandante corresponden al valor de los bienes que Ernesto Junior aún mantiene "sin corresponderle".

El escrito, presentado ante el Tribunal Regional de Hannover, está redactado desde un despacho de abogados de Berlín que, como se puede suponer, cobra muy bien por su trabajo. Esto, al actual jefe de la Casa Real de Hannover, le ha obligado a meterse, hablando mal y pronto, en un tremendo berenjenal para poder hacer frente a todos los gastos.

Su solución, habida cuenta de que la demanda que le ha interpuesto a su heredero es porque le pidió ayuda en diversas ocasiones -él argumenta que vive "enfermo y aislado" en una cabaña de Austria- y este se la negó, pasa por dos maniobras de igual grado de importancia. Ello, toda vez que se estima que el proceso judicial puede costar alrededor de los 600.000 euros, que pretende conseguir, por un lado, de su propio capital y, por otro, del patrimonio... aunque no precisamente del suyo.

¿Su dinero?

Por un lado, Ernesto de Hannover quiere obtener al menos un millón y medio de euros de la venta de uno de sus inmuebles, una casa que posee en Frankfurt con una extensión de 150 metros cuadrados y cuya gestión ha delegado en uno de sus más íntimos amigos, que posee una afamada inmobiliaria que no solo trabaja en terreno germano sino también en otros países, como apunta el citado medio, que también explica que se trata de un precio ajustado a los valores del mercado inmobiliario alemán, con cifras bastante superiores a las que estamos acostumbrados en el territorio español.

Pero si solo fuera esa la estrategia del aristócrata no sería descabellada. Y sin embargo, Ernesto se ha arriesgado en una jugada en la que puede perder bastante si no le sale como estima, porque ha requerido los servicios de una empresa de Salzburgo cuya ocupación es el "comercio, adquisición y ejecución de reclamaciones en el país [austríaco] y en el extranjero".

Id est, un cobro de deudas. Y para más inri se trata de una compañía, fundada por otros dos amigos suyos, que también participa como segundo demandante en la batalla judicial contra su hijo, siendo partícipe de los gastos legales y derivados del proceso y entendiéndose que, de no salir victoriosos, se tendrá que "conformar" con lo que tenga el príncipe en propiedad, dado que su implicación en toda la guerra de los Hannover no es de forma desinteresada.

Eso sí, incluso si Ernesto gana la demanda, a la empresa le correspondería parte de los bienes que está reclamando, patrimonio histórico que pasaría a manos privadas, dejando a sus herederos sin posibilidad de reclamarlas en el futuro: una jugada maestra con la que, además, asestaría un golpe fortísimo a sus descendientes.

Father v. Son

En especial, claro, a su primogénito, con el que hubo un punto de no retorno en su relación cuando el príncipe se negó a dar su beneplácito al matrimonio entre su hijo y Ekaterina Malysheva, una diseñadora rusa. De hecho, no acudió ni al evento ni a la celebración.

Una de las principales razones que esgrimía Ernesto de Hannover era que, según el acuerdo entre la pareja, en caso de un futuro divorcio, la novia se podría quedar en propiedad con el castillo Marienburg, del cual fue responsable Ernesto Junior desde 2004 hasta 2018, año en el que decidió venderlo, para estupor de su padre, por solo 1 euro, explicando que si lo había hecho era precisamente para ahorrarse los gastos, que se estimó en 30 millones de euros únicamente para las renovaciones que necesitaban sus 135 habitaciones.

A todo ello, el plan de Ernesto Junior y de sus hermanos ha sido recurrir a su madre, Carolina de Mónaco, para que no le conceda el divorcio a Ernesto de Hannover, dado que así no puede volver a casarse y tener más hijos a los que nombrar herederos. "Entiendan que no quiero comentar los detalles por consideración a mi familia y también por la seguridad de mi padre", ha comentado Ernesto Junior al diario alemán Bunte, aunque sí que ha calificado de "falsas" las acusaciones que su Ernesto de Hannover ha presentado en la demanda contra él.

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