Mañana celebran su día, pero que nadie organice una comida ni imprima pegatinas de "Eres el mejor padre del mundo", porque si les regalas una corbata, quizá te estrangulen con ella. En el cine, como en la vida real, hay muy buenos padres, pero es fácil encontrar excepciones.
Una obvia es la de Jack Torrance, el personaje de Jack Nicholson en El resplandor. Si ya recorrer en triciclo los pasillos de un hotel con dos gemelas difuntas parece inapropiado para un niño, mejor no pensar en tener que enseñarle las notas a un padre con ese carácter.
Similar era el Norman Osborn de Spiderman, encarnado por Willem Dafoe: elegante y millonario, pero tan complicado de tratar cuando era el Duende Verde que hasta terminaba desequilibrando a su hijo, el pobre James Franco.
Darth Vader tampoco era un virtuoso: no sólo se entregó al Lado Oscuro, sino que se desentendió por completo de su responsabilidad paternal.
A veces el defecto de estos padres terribles es el contrario: el exceso de celo. James Dean no tuvo suerte en su corta filmografía: gran parte de sus problemas en Al este del Edén y Rebelde sin causa eran causados por padres demasiado severos.
Otra leyenda, Paul Newman, vivía frustrado en La gata sobre el tejado de zinc por su incapacidad para satisfacer a su progenitor. El padre del protagonista de Shine tenía mucho que ver con la locura de su vástago, y el gran drama de El club de los poetas muertos era el de Neil Perry (Robert Sean Leonard), a quien su padre prohibía desarrollar su temperamento artístico.
Los personajes de Robert Duvall en El don del coraje o Chris Cooper en American Beauty son otros dos ejemplos de cómo una dureza excesiva, en este caso marcial, puede arruinar la felicidad familiar.
Ser padre desequilibra
Criar hijos es difícil, pero nada justifica la deplorable actitud de Bill Paxton en Escalofrío, donde animaba a sus hijos a matar demonios ocultos en un claro ejemplo de demencia paterna, o los peculiares hábitos del cabeza de familia de las varias versiones de La morada del miedo.
Pese a ser psicólogo, en El escondite, el personaje de Robert De Niro también llevaba por la calle de la amargura a su hija, Dakota Fanning, y el propio De Niro, esta vez como padrastro, también torturaba a un joven Leonardo DiCaprio en Vida de este chico.
Pero es que los padrastros suelen ser algo complejos, como se ejemplifican en de The Stepfather, que ha dado para varias películas de terror y un remake, o el de Lindsay Lohan en Georgia Rule.
Abusadores
En otro tono
En un tono más amable, también los padres desastrosos han sido el motor de una historia. Sin Rick Moranis y su personaje, nada habría pasado en Cariño, he encogido a los niños. El ácido humor del director Wes Anderson ha recurrido a padres ausentes, como el de Viaje a Darjeeling, o relativamente presentes, como los que interpretaban Gene Hackman en Los Tenembaums o Bill Murray en Life Aquatic.
El Rey de Shrek 2, con la voz de John Cleese, no paraba de enredar, y otro padre animado, el archifamoso Homer Simpson, estaba a punto de destruir la tierra en la película de la serie.
¿Y qué decir de Danny DeVito en Matilda o el padre de Macaulay Culkin en Solo en casa, tan despistado como para olvidar a su vástago?
Cada uno con sus cosas
El cine español también ha tenido tiempo para ellos: que se lo digan a El bola, a Yohana Cobo en Volver, a la hijastra de Echanove en Una casa en las afueras o, incluso, a la Ana Belén de Zampo y yo, que tenía que buscar en los brazos de un payaso el amor robado por un padre desaparecido. Mañana es su día...
¿Felicidades a todos?
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