La llamada que 'salva' a los familiares de la UCI: "Eran ocho minutos que me dejaban muy mal"

La psicóloga Patricia Fernández (izquierda) habla con Asun (derecha), cuyo marido estuvo en la UCI 36 días por coronavirus
Jorge París

Fue el 15 de marzo cuando la ambulancia se llevó al marido de Asun. Tan poco se sabía del coronavirus en aquella época que los dos pensaron lo mismo: la estancia en el hospital sería cosa de días. Por desgracia, se equivocaron. Esa noche fue la primera de muchas sin él. De urgencias pasó a la UCI, y allí estuvo 36 días. Se dice pronto, pero a la familia esa cifra le pesa.

En ese tiempo la cabeza da muchas vueltas, no para de pensar: "Y si empeora, y si no le vuelvo a ver... Y si, y si, y si". Mil escenarios; ninguno bueno. Son las inquietudes de quienes se quedan pegados al teléfono en casa, esperando noticias de la UCI, allí donde solo los médicos pueden entrar. Ser paciente no es fácil, pero ser familiar tampoco. Asun lo sabe bien, al igual que Victoria, cuya madre estuvo 66 interminables días allí dentro, y no hubo uno solo que no se hiciera "un ovillo en la cocina" hasta que recibía noticias del hospital.

Por eso, los psicólogos del madrileño Ramón y Cajal decidieron que tenían que hacer algo para ayudarles a gestionar la incertidumbre y el miedo. No solo a ellas, en general.

"Es una situación compleja que requiere de una ayuda adicional por nuestra parte", cuenta Patricia Fernández, psicóloga de ese hospital. Su labor desde marzo, cuando el virus prohibió la entrada de familiares en las UCI, consiste en acompañarles psicológicamente por teléfono, el tiempo que el paciente esté allí. "Los médicos les llaman todos los días para informales de la evolución de su familiar. Nuestra llamada es diferente, de intervención en crisis. Les escuchamos, vemos cómo están...".

"El sentimiento de culpa es horrible"

Quien descuelga el teléfono al otro lado suele experimentar un batiburrillo emocional. Al miedo y la incertidumbre se les une la culpa como compañera de viaje: "Muchos se sienten culpables de que el familiar esté ahí porque piensan que ellos le han contagiado, y ese sentimiento es horrible. Es verdad que siempre hay alguien que contagia primero, pero eso es azar. Hay que intentar normalizar que la culpa es del coronavirus. De nadie más".

LA FASE DE NEGACIÓN SE AGUDIZA

  • De acuerdo con la psicóloga Patricia Fernández, son cinco las etapas por las que pasa cualquier persona cuando pierde a un ser querido: negación, ira, negociación con uno mismo sobre lo que ha pasado, depresión al ser conscientes de que no va a volver y aceptación. En esta situación excepcional, con velatorios con aforo limitado y familiares que lloran al difunto a distancia, la fase de negación se agrava. "En estas condiciones de coronavirus, esa fase se agudiza", asegura Fernández. "De hecho, se prevé que por esta situación los duelos complicados, que son los que no consiguen superar esas fases, se vayan a incrementar de un 2% a un 25%". De acuerdo con la psicóloga, esto ocurre por la situación excepcional de la pandemia, al no poder acompañarlos en el hospital. "Tu familiar sale un buen día de casa, ya no le vuelves a ver y encima fallece. Eso no favorece un proceso normalizado de las fases de duelo porque fomenta sentimientos de no aceptación de la realidad. Nuestra función, sin embargo, no es tanto acompañar en el duelo sino ayudar a prevenir un duelo complicado".

A Asun lo que le pasó es que sentía que la situación le sobrepasaba, que no podía más. "Sentía mucha impotencia, que no podía hacer nada, solo esperar la llamada de los médicos de las doce. Otras veces no te llamaban hasta las seis de la tarde. Eso me generaba mucho estrés, sentía una angustia... Eran ocho minutos de conversación que me dejaban muy mal porque mi marido estaba grave. Cuando no pude más, delegué en mi hija. Solo atendía la llamada de la psicóloga".

Aunque Asun era escéptica al principio, la terapia le ayudó enormemente a pasar esos 36 días que su marido estuvo intubado. "Patricia me decía que tenía que estar tranquila, que mi marido estaba en buenas manos. Fue una época en la que estaba muy asustada y yo, que soy muy activa, dejé de hacer cosas. Dejé hasta de dormir en la misma habitación, no podía ni entrar a limpiarla sin él en casa". Poco a poco, con esas conversaciones que al final se alargaban media hora, Asun fue dando pequeños pasos, y pudo volver a entrar.

"Descontrol total"

"Los familiares suelen tener una sensación de descontrol total", cuenta la psicóloga. "Muchos sienten que no estar puede interferir en el proceso de recuperación. Me suelen trasladar sobre todo incertidumbre, no saber qué va a pasar, expectativas a veces demasiado altas, a veces demasiado bajas, pero eso depende de la personalidad de cada uno, que tienen miedo a que no salgan adelante y sobre todo preocupación por cómo va a ser su vida sin ellos y cabreo y enfado por la situación por el virus, indignación por la mala suerte, incredulidad… impacto, por qué a mí".

A ese cóctel de emociones se suma, por si fuera poco, otra más: "Muchos se sienten sobrecargados de tener que atender a todos los amigos y familiares que se preocupan". En este caso los psicólogos dan un consejo clave: priorizarse es fundamental. "Les decimos que estructuren bien su día, que ya bastante es tener a un familiar en la UVI como para satisfacer a todo el mundo, que no se fuercen a hacer cosas que no quieren, y que inviertan tiempo en autocuidados".

Victoria siguió ese consejo al pie de la letra. "Yo hice un grupo de WhatsApp y por ahí informaba a todos, así no tenía que ir uno a uno". Su madre estuvo 92 días ingresada, 66 de ellos en la UCI. Fue un proceso largo en el que los médicos llegaron a decirle que se hiciera a la idea, que su madre se apagaba. "Fue un shock, les pedí por favor que no me la dejaran y no lo hicieron".

"Sentía que hablaba con una amiga"

De aquella época ya solo queda el susto: su madre salió adelante y a día de hoy apenas tiene secuelas. De esos meses aplaude el trato humano de los médicos y la labor de los psicólogos: "Llamaban constantemente para ver cómo estábamos. El apoyo lo hemos tenido y me han ayudado mucho. Patricia me daba alguna pauta pero sobre todo era una conversación. Yo no sentía que estuviera hablando con una psicóloga, sino con una amiga".

Esa misma sensación tuvo Asun. Al final son tantos días de espera en la UCI, tantas horas de conversación, que es inevitable estrechar lazos. "Cuando mi marido salió de la UCI y le mandaron a planta estaba toda España confinada, no podíamos salir y no sabía cómo hacerle llegar cosas al hospital, así que llamé a Patricia".

"Hemos visto verdaderos dramas FAMILIARES"

  • Estos meses han sido muy duros para todo el personal sanitario, psicólogos incluidos. "Cuando estás aquí, disocias, intentas separar mucho lo que te cuentan y normalizar casi todo. Pero hemos visto verdaderos dramas familiares. Dos hermanas en la UCI a la vez. Eso es un impacto. Padres e hijos también, o gente tan joven... Ha sido muy complicado, al final sientes que también te puede pasar a ti".
     

"Al final nosotros servimos de enlace entre el familiar y el hospital", explica la psicóloga. "Asun mandó una bolsita en un taxi con unas zapatillas y un dibujo de sus nietos dándole ánimos. Me emocionó bastante. Sentí que tenía que hacerle llegar esa bolsa al paciente porque era vital, más importante que cualquier otra cosa en el mundo".

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